ASOCIACIÓN CULTURAL
INFANTE DON JUAN MANUEL

Nº A.C. 1361.
16640 - BELMONTE (Cuenca)
E-mail: [email protected]



BOLETÍN Nº3 DE LA ASOCIACIÓN INFANTE DON JUAN MANUEL
AGOSTO 1997

EDITORIAL
LA POLÍTICA EN BELMONTE

Es cierto que, en nuestro modo de vida democrático (en cuanto a manera de regir y gobernar nuestra sociedad) y multipartidista, la política debe jugar un papel trascendental e importantísimo en el desarrollo y asunción de decisiones encaminadas a la resolución de los distintos problemas que pueda tener un municipio por muy pequeño que sea. Pero yo me pregunto, ¿hasta qué punto, en una comunidad como la nuestra, son tan importantes las vinculaciones políticas y las implicaciones en uno u otro partido, que por ellas en muchas ocasiones no se puede llegar a un consenso para resolver problemas fundamentales que nos afectan?; ¿por qué la pertenencia a un partido u otro genera tan cantidad de suspicacias, recelos y resentimientos, que hacen prácticamente imposible que nuestros representantes puedan sentarse en la mesa rectora municipal para dialogar sencillamente?; ¿por qué cuando se aporta una idea es rechazada inmediatamente por la otra parte sin dedicarle un estudio y una discusión razonada?

Estas, y algunas preguntas más, son interrogantes que suelo oír (y las suscribo completamente) en muchísimas ocasiones, y que he escuchado a lo largo de todas las legislaturas que han pasado por el Ayuntamiento. Por todo ello creo conveniente hacer esta pequeña reflexión que sirva para preguntarnos qué es lo verdaderamente importante que asumamos (sobre todo los políticos que nos representan en los órganos de gobierno del municipio) para abordar con energía y entereza los problemas y necesidades de Belmonte.

No deseo buscar las causas primarias, profundas, responsables y originarias de tales comportamientos, porque creo sinceramente que no nos va a servir para nada. Ahora, lo más importante, es reconocer que este tipo de conductas lo único que originan es un clima de crispación social muy acuciante y es trascendental calmar dicha situación para comenzar evitando enfrentamientos innecesarios (que por otra parte deben serlo cuando los problemas perfectamente razonados lo requieran) y poner así las primeras piedras del entendimiento.

Estimados representantes nuestros en el Ayuntamiento, tengan la gentileza y buena disposición necesarias, para saber escucharse y escucharnos a todos, oigan las ideas y sugerencias (lógicamente también las críticas positivas) que los vecinos tenemos y no se empecinen sistemáticamente en creer que todo lo que se pueda decir y discutir va con el ánimo adelantado de fastidiarles la gestión directa o la oposición política correspondiente.

Y por último piensen que las ideas políticas nunca pueden estar por encima de valores fundamentales como el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la comprensión (lo cual no significa asumir las ideas de los otros), la no violencia y el respeto a todas aquellas ideologías que no atenten contra los derechos humanos. Y además no son incompatibles las creencias políticas con la buena gestión porque precisamente la diversidad de criterios constituye la riqueza básica necesaria para la búsqueda de las distintas soluciones que pueda requerir cualquier tipo de problemas municipales.

José Manuel Zarco Resa


COLABORACIONES
STMO. CRISTO DE LOS AUSENTES

El autor de la obra del Cristo de los Ausentes, D. José A. Lafuente Roldán, conquense de nacimiento (Villanueva de la Jara), compagina su labor docente con su vocación artística. Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Zaragoza, los de mi generación lo recordaremos por su maestría en la difusión de conocimientos físico-matemáticos y por su habilidad-creatividad en el manejo del lápiz y el pincel. Cualidades ambas que siempre ha sabido transmitir a sus discípulos y que, hasta fechas muy recientes, le han ido acompañando en su quehacer diario.

Transcurridas casi tres décadas desde su traslado docente de Belmonte, mi reencuentro con José A. se produce en una céntrica cafetería de Málaga, en una soleada tarde mediterránea del pasado mes de febrero. Nuestra tertulia, si bien gira preferentemente en torno al tema del Cristo de los Ausentes, sirvió para el recuerdo emotivo de aquello que más nos une: “las vivencias y evocaciones de nuestro querido Belmonte”. Pronto, ambos nos identificamos con tan gratas experiencias, las cuales comenzaron a configurar un “presente compartido” para cada nuevo encuentro que regularmente vamos produciendo.

Me cuenta José A. que la construcción del Cristo de los Ausentes surge de un modo casual, no existiendo documentación alguna que lo certifique; motivo éste por el que decidimos mutuamente que todo aquello que para él resulte de interés, sea reflejado en este boletín cultural, en clara correspondencia con lo acontecido; testimonio escrito de lo que él califica como “una de mis obras escultóricas más significativas y queridas, por todo lo que representa”.

Continuando con el origen de la obra, comenta José A. que su primer contacto con el tema se produce a raíz de una entrevista mantenida conjuntamente con el Sr. Alcalde, D. Antonio Vellisco Liébana, y con el Sr. cura-párroco, D. Gabriel Rodrigo Caballero, en la cual le hablan de la necesidad de colocar un Cristo en la puerta del Almudí. El motivo no era otro que el poder decorar dicha puerta del recinto que, al parecer, había sido recientemente restaurada, al tiempo que dedicar un Cristo a las “personas ausentes”. Según acuerdo de pleno del Ayuntamiento de finales de 1965, se aprueba dicha obra de restauración, junto con la de las puertas de Chinchilla, Virgen de la Estrella y S. Juan.

Ante “el asombro, no fingido, de mis contertulios”, el entonces director del C.L.A. Fray Luis de León, cuyo patronato lo regían, entre otros, estas tres personas, se compromete verbalmente a la construcción de un Cristo para la citada puerta. Al día siguiente les presenta el modelo, hecho a lápiz que “en apenas una hora realicé en la noche anterior”.

En la actualidad, su frágil memoria le dificulta el recuerdo exacto de las fechas, incluida la de estos acontecimientos. Yo deduzco, por lo que más adelante veremos, que esta conversación pudo muy bien realizarse durante el curso escolar 1966/67, quizás al principio del año de 1967, tras restauración de las citadas puertas de la muralla.

El dibujo “gustó a las respectivas autoridades, por lo que es aceptada la propuesta”, con lo que el proyecto ve luz verde de la manera más “sencilla y práctica” imaginable.

Para realizar la obra elige como taller artístico la Iglesia del Monasterio de monjas Dominicas (antiguo Palacio del Infante D. Juan Manuel), cuya luminosidad y esplendor le hacen catalogarlo como “uno de los mejores estudios en los que he tenido oportunidad de trabajar”. Me habla emocionado de la paz que allí se respiraba (de la cual los que lo conocimos podemos dar fe), la inspiración que le provocaba y, sobre todo, de la luz directa que a través de uno de los ventanales se proyectaba sobre la escultura, “esa luz que, una vez concluida la obra, magnificaba aún más al Cristo” (...Pensar que en la actualidad es solamente (?) un conjunto de escombros y ruinas).

Cree recordar que el barro sería de algún lugar próximo, entre Villaescusa y Belmonte (por la carretera de Rada) (es seguro que se trataba de una población próxima) y para su moldeado y fijación hubo de servirse de un hierro forjado en una de las fraguas de Belmonte, que hacía de sostén de los pies a la cabeza, colocado sobre unas “andas” de las utilizadas en Semana Santa. Eran las andas del grupo escultórico “S. Pedro y el Centurión” que, por entonces, allí tenían su morada.

La cruz sobre la que situará al Cristo corresponde a una vieja viga de madera extraída del calabozo del Ayuntamiento y fijada mediante una cuerda tirada al techo.

Cuenta el artista que para poder esculpir la parte superior, y debido a la altura desde el suelo -sumadas las andas- debía subirse a una escalera, lo que le produjo más de un susto y complicación. Así, uno de los problemas era la fijación del barro del tronco, el cual se le venía encima, con el consiguiente peligro de perder el equilibrio y caerse, por lo que “hube de solucionarlo atándole una cuerda al pecho”.

Entre alguna que otra anécdota más, recuerda José A. los recelos y curiosidades que, a veces, inspiraba su trabajo. Algunas de las vecinas belmonteñas que, cumpliendo la tradición y el rito, subían al cementerio, se quedaban mirando a través de la puerta de la iglesia, sin atreverse a entrar, quizás con cierto asombro e incredulidad por lo que allí contemplaban sus ojos.

La construcción en barro fue bastante rápida, en apenas unos días estuvo concluida la obra ... “habían sido más largos los preparativos”. De Cuenca vinieron dos hermanos marmolistas (Navarro?) a hacer el escayolado. Debido al retraso en el viaje y la consiguiente demora temporal, añadido a ello la inexistencia de luz eléctrica en el “taller”, tuvieron que ser alumbrados con carburo, “... el efecto luminoso conseguido en aquel lugar, y su reflejo en el Cristo, fue algo maravilloso e impresionante” (... nuevamente salen a colación las características de la sala-taller).

La fundición en bronce la realiza el maestro González Sella, en su taller de Madrid. “Como fuera que éste se equivocó y no situó los brazos en cruz, hubo de serrárselos y volverlos a soldar por los hombros, lo cual resulta perfectamente visible”, rompiéndose con ello la unidad escultórica. A requerimiento del propio fundidor, el autor de la obra estampa su firma en uno de los tobillos del Cristo.

No se corresponden los datos facilitados por el artista respecto a otros existentes acerca del valor de la obra. Así, para D. José A. el escayolado y la fundición costaron unas cien mil pesetas, que fueron sufragadas por suscripción popular, con lo cual se “ratificaba que el Cristo era del pueblo y para el pueblo”. Según reza en el pleno del Ayuntamiento de fecha 23 de junio de 1.969, se aprueba “habilitar un crédito para sufragar los gastos del Cristo de los Ausentes, por un importe de cuarenta mil pesetas”.

D. José A. Lafuente cobró “simbólicamente” cinco pesetas en una moneda de duro, la cual introdujo por una abertura en la espalda del Cristo que quedó sin soldarse cuando se hizo el vaciado.

Según deducciones contrastadas, el Cristo debió de estar terminado para finales del curso escolar 1.996/97, es decir poco antes del verano de 1.967, fecha en la que muere el padre de José A. Lafuente. Desconocemos el motivo por el que existe ese paréntesis temporal de casi dos años entre el momento que se termina la obra y la habilitación municipal del crédito. Quizás la próxima e inminente ausencia del autor, ya que acababa de solicitar el cese en el Instituto de Enseñanza de Belmonte por motivos de enfermedad de la madre, aceleren la aprobación de las cuentas.

Con motivo de ubicación del Cristo, y para instalarlo en su sitio actual (puerta del Almudí), tiene lugar la celebración de un acto popular y religioso en el que “los alumnos de sexto curso de bachillerato trasladan la imagen a hombros desde el antiguo Instituto de Enseñanza”, en aquel momento situado en la casa de la familia Baillo.

Para el autor, la escultura simboliza a aquellos ausentes que, por motivos laborales deben emigrar de su Tierra hacia el extranjero, condicionados por las necesidades de subsistencia y carestía propias de aquellas décadas; es el valor humano de la búsqueda desesperada de subsistencia y carestía propias de aquellas décadas; es el valor humano de la búsqueda desesperada de supervivencia, ya que “todo emigrante es prisionero de su destino, de su pobreza y soledad”. Sentimientos que el mismo artista vivenció en su búsqueda profesional fuera de su tierra conquense.

“El Cristo es un cautivo más que, atado de manos, se aleja de la villa a través de una de sus puertas”. Todo un emblema a los “ausentes” que el pueblo sencillo sabe reconocer, por medio del recuerdo y homenaje, en su día grande.

Mi agradecimiento a Pedro J. Fernández por su interés y colaboración en la contrastación de algunos de los datos que aquí aparecen

Juan Antonio Zarco Resa


NUESTRO PUEBLO EN VERANO

La estación estival suele ser el tiempo más ansiado para la mayoría de nosotros. Es signo de descanso, relajación y de poder disfrutar de muchas de las cosas que durante la temporada fría no tenemos la ocasión de gozar.

El pueblo reúne los requisitos necesarios; un pueblo tranquilo, con un bello paisaje y miles de rincones que contemplar e investigar, conociendo así algo más de él.

El parque, junto a su paseo, vuelve a recobrar vida en los atardeceres, los niños se agolpan en los columpios, los abuelos pasean felices con sus nietos. En este tiempo el parque toma una tonalidad diferente,se inunda de color, donde, por supuesto, prima la alegría.

Por las noches, puede verse a gente paseando, disfrutando de todo cuanto nos envuelve. Sus angostas calles acompañadas de su luz tenue, nos lleva a pensar, por qué no, que nos encontramos en otros tiempos.

Las fiestas de San Bartolomé, en agosto y las de la Virgen de Gracia en el mes de septiembre, son una muestra más del espíritu festivo que reina en esta época.

Ambas fiestas concentran en nuestro municipio a cientos de personas que dejaron nuestro pueblo pero que cada año, con su presencia, recuerdan su tierra originaria y sobre todo los Patrones que veneran.

Tal vez, en muchas de las ocasiones no advertimos las maravillas que podemos observar.

Nuestro Belmonte de hoy presenta solamente con su castillo y Colegiata la grandeza que poseemos. Podrían hacerse muchos recorridos para desarrollar una visita cultural.

El castillo mandado construir por el Marqués de Villena en el siglo XV, es probablemente uno de los que se encuentran en mejor estado, aunque se podría realizar un mayor esfuerzo e intentar acondicionar como merece dicho monumento.

La Colegiata, símbolo de cristiandad, por lo que siempre ha destacado nuestro pueblo, esconde en su interior miles de obras de grandes autores, algunos desconocidos, dotadas de gran valor.

Sólo su Pila Bautismal recoge muchísima historia, ya que ahí se bautizaron nada menos que uno de los mayores maestros de la lírica castellana, nuestro queridísimo Fray Luis de León y cómo no, San Juan del Castillo, mártir, canonizado por su Santidad en 1988.

Estos hechos han contribuido a dar prestigio al pueblo en sí y a que los belmonteños nos sintamos verdaderamente orgullosos.

Aunque estos dos monumentos sean los más importantes, puesto que han dado a conocer a Belmonte, no debemos olvidar otros como el convento de los Trinitarios, el antiguo convento de los Jesuitas, la ermita de Nuestra Patrona, cuya imagen posee una talla impresionante, la cámara agraria, la plaza de Enrique Fernández, más conocida como plaza del Pilar, los arcos que rodean al pueblo o el ayuntamiento...

El verano puede ser la ocasión ideal para conocer Belmonte o, si pensamos que ya lo conocemos, para profundizar aún más en su orígenes, historia, costumbres...

Merece la pena ahora que todos solemos tener más tiempo libre, dedicarnos a descubrir por nosotros mismos nuestro pueblo y de esa manera enriquecernos culturalmente para poder relatar a los que nos visitan lo que aquí se halla.

Beatriz Pintado Carrión


REMOVIENDO PIEDRAS

Desde hace varios años nuestro pueblo ha ido remozando fachadas y techumbres, viejas viviendas que se han hecho más confortables, edificios que han vuelto a mostrar su nobleza gracias a las escuelas taller y a Belmonte a Plena Luz. Otros programas han posibilitado la restauración de los cimientos de la Colegiata y el descombro del viejo Alcázar.

Belmonte ha movido muchas piedras pero es la hora de dar la vuelta a la más gorda, al Castillo que junto a la Colegiata son nuestras joyas más preciadas y emblemáticas. Se encuentra en estado lamentable, con las paredes exteriores escaladas sobre todo las del lado norte, con los artesonados apuntalados, descoloridos, sin tratamientos protectores y con piezas desaparecidas.

No existe un plan de emergencia que pudiera evitar un ocasional incendio provocado por un rayo, por un cortocircuito o por una gamberrada.

Muchos de los turistas que lo visitan lo hacen solos, asomándose por muros y barandillas peligrosas. Algunos pocos siguen rascando y pintando en sus paredes.

Por eso decimos que es hora de afrontar un grave problema y es cada vez más necesario encontrar una solución. Necesitamos saber qué planes tiene para el Castillo La Junta de Comunidades, qué piensan hacer los ministerios con competencias en Cultura y turismo, para qué lo quiere su propietario y cuáles son los pasos que nuestro Ayuntamiento está dando en busca de la solución.

Pero esta Asociación no se queda tranquila con reivindicar desde estas páginas, creemos que es necesario la formación de una plataforma con nuestro Ayuntamiento a la cabeza, junto a otras asociaciones culturales, partidos políticos, sindicatos y empresarios que aúnen esfuerzos en busca de la solución más positiva.

Es necesario que tomemos la iniciativa, el Castillo y la Colegiata son nuestros señeros turísticos, quizá nuestro futuro económico creador de puestos de trabajo. No podemos perder este tren ni consentir que al Castillo le ocurra lo que al viejo Alcázar porque no sólo perderíamos un monumento irrepetible, también perderíamos nuestro emblema y orgullo de belmonteños.

Pedro P. Jiménez


HERÁLDICA BELMONTEÑA (II)

En el Nº 1 de la revista de nuestra asociación expusimos el cómo y el porqué de nuestro escudo municipal. Queremos, en este segundo trabajo, introducirnos un poco más en el rico legado heráldico de nuestra villa, y lo haremos conociendo los escudos que mas se ven en los principales monumentos de Belmonte: los correspondientes a los Pacheco.

Sin duda, la importancia histórica que Belmonte tuvo en el medievo la debió a la familia Pacheco. ésta tiene sus orígenes en un conde portugués, Vázquez de Acuña, que se asienta en Castilla tras la batalla de Aljubarrota, en la 22 mitad del S. XIV, y pronto consigue el favor real.

Muy brevemente -dado que no es esa la intencionalidad del presente trabajo- diremos que Juan Fernández Pacheco, hijo de Vázquez de Acuña, es nombrado en 1398 señor de Belmonte por el rey Enrique III. Casado con lnés Téllez Meneses tuvieron una hija: María Pacheco.

El segundo señor de Belmonte fue, por su matrimonio con María Pacheco, Alfonso Téllez Girón, muy allegado al condestable D. Alvaro de Luna, en plena privanza real de éste. Alfonso y María tienen dos hijos: Juan Pacheco, tercer señor de Belmonte, y Pedro Girón. Con ellos alcanzan los apellidos familiares -y con ellos Belmonte- las más altas cotas de fama y poderío político. (A ellos es a quienes se refiere Jorge Manrique en las famosas Coplas a la muerte de su padre cuando dice : .. pues los otros dos hermanos, maestres tan prosperados como reyes ... ) Criados y educados en la corte como donceles y pajes, Juan y Pedro, llegarían a favoritos reales ocupando los más altos cargos. Así Juan, alcanzaría un interminable número de Señoríos, el Marquesado de Villena, el Condado de Medellín, el Ducado de Escalona, Maestre de la Orden de Santiago... Pedro sería también Señor de muchas villas, Consejero Real, Notario mayor de Castilla, Alcalde de Toledo y Logroño, Maestre de Calatrava, y hasta tuvo otorgada la mano de la princesa Isabel (la que después sería conocida como La Reina Católica).

Por la relevancia en el tema que nos ocupa, hay que significar también el segundo matrimonio de Juan Pacheco, en 1442, con María Portocarrero Enríquez, apellidos éstos que, junto a los Pacheco, Acuña y Girón, predominarán en toda la heráldica de nuestros principales monumentos. Y hasta tal punto es relevante el dato que, algunos estudiosos, apoyan la cronología de edificación del castillo indicando que, en 1472, ya se habían finalizado obras -aún conscientes de su estado final inacabado- dado que, en tal fecha, contrae terceras nupcias el Marqués con María Velasco, de la que, en el castillo, no aparecen ya las armas correspondientes a su apellido.

La decadencia de la nobleza frente al poder real se hace notar también en el poderío de los Pacheco. Sería Diego López Pacheco, hijo de Juan Pacheco, el encargado de firmar las capitulaciones con los Reyes Católicos, admitiendo la sumisión al poder real.Aun así, por dejar constancia de la importancia de la familia, podríamos destacar en el siglo XVII a Diego Roque López Pacheco, séptimo Marques de Villena, quien además de señor de muchas villas, ostentaría títulos y cargos tan significativos como Duque de Escalona, Conde de Ximena, Caballero del Tosión de oro, Virrey de Navarra y Méjico o Capitán general de Castilla la Nueva.

Si nos hemos entretenido en esbozar esta breve referencia de unos de los principales personajes de la historia de Belmonte, ha sido para justificar el quiénes son. Conocer sus apellidos y relacionarlos con su escudo es tarea fácil. Enteros, partidos o acuartelados, los pocos escudos que acompañamos al presente trabajo, son los correspondientes a tal familia y los podemos encontrar dominando los principales monumentos de Belmonte. Así, por ejemplo:

Puerta principal de la barrera del castillo (entrada posterior): escudo partido Pacheco-Acuña, correspondiente a Juan Pacheco, tercer señor de Belmonte y primer Marqués de Villena, si bien hay que señalar que, al no tener la forma habitual acuartelada, hay quien lo señala como fruto de una no muy afortunada restauración.

Puerta que da al recinto interior del castillo (muy desgastados): escudo acuertalado Acuña-Pacheco y, partido, Enríquez-Portocarrero; correspondientes a Juan Pacheco y a su segunda mujer María Portocarrero. Estos escudos se repetirán, también separados, en chimeneas interiores, entrada al antiguo convento de Franciscanos y Trinitarios... y, acuertalados en un solo escudo, los encontramos en el antiguo hospital de San Andrés o en la ermita de la Virgen de Gracia.

Escalera principal del castillo: escudo partido Pacheco-Portocarrero, que encontraremos también en la reja del coro de la colegiata.

Enteros, partidos o acuartelados encontramos también todos los escudos de la familia Pacheco dominando la capilla mayor de la colegiata: hornacinas funerarias de abuelos y padres de Juan Pacheco y en la conjunción de nervios de la bóveda del ábside. Especial interés tienen los escudos del ático del altar mayor -que corresponden ya a Diego Roque López Pacheco, séptimo Marques de Villena,- por su proporción, calidad de ejecución y ser de los pocos que nos trasmiten los esmaltes (colores y metales con que se adornan los campos y motivos del escudo).

Como vemos, con el conocimiento de estos pocos escudos, nos será fácil movernos por la heráldica de los principales monumentos de nuestro pueblo. Pero no queremos finalizar sin señalar algunas curiosidades heráldicas con las que completar el conocimiento de nuestro principal monumento civil, el castillo:

1.- Junto a los escudos podemos encontrar conchas de Santiago y cruces de Santiago y Calatrava: hay que recordar que ambos hermanos, Juan Pacheco y Pedro Girón, fueron Maestres de la Ordenes de Caballería de Santiago y Calatrava, respectivamente.

2.- En el artesonado octogonal de la cúpula de la capilla (antología de toda la heráldica familiar que venimos citando) aparecen también en las pechinas, además del acuartelamiento Acuña-Pacheco, las armas del rey Enrique IV, al que sin duda tanto debió -y al que tanto hizo sufrir- Juan Pacheco.

3.- En varias ocasiones, sobre el acuartelamiento Acuña-Pacheco, aparece un sobre el todo (escudito pequeño, tres veces menor que el principal, que se coloca en su centro) correspondiente a D. Juan Manuel (1 2821347). ¿Quiso con ello indicarnos Juan Pacheco la coincidencia, no del todo accidental, entre sus adquisiciones territoriales y las de su también ambicioso predecesor?.

Conocer estos pequeños detalles de la arquitectura de nuestros monumentos nos puede ayudar a saber a quién se los debemos; al tiempo que también resulta gratificante reconocerlos cuando nos movemos por la geografía española, dónde infinidad de castillos, iglesias, monasterios, casas señoriales... lucen escudos acreditando que pertenecieron, en muchos casos, a tan significativos belmonteños.

Enrique Campos Fernández


OTRA VEZ NOTICIAS DE NUESTRA COLEGIATA

Meses atrás se hicieron fuertes obras de consolidación de cimientos en nuestra Colegiata Parroquia. Allí se gastaron meses de trabajo, toneladas de cemento y millones de pesetas, y el Boletín Oficial del Obispado de Cuenca recogía noticias, al inaugurarse las nuevas obras, de la interesante erección de La Colegiata. Era en las Kalendas de Diciembre de 1459, el Papa Pío 11 expedía Bula de erección de la Colegiata, comisionando para ello al Obispo de Burgos D. Luis de Acuña.

La Bula de erección escrita en pergamino y en latín con bella caligrafía, se conserva en el Archivo junto con toda la riqueza documental de siglos pasados y empieza diciendo: Ex Supreme Providentia Maiestatis:

Colocados por la Divina Providencia en la cumbre de la dignidad Apostólica, nos preocupamos, según nos incumbe en la prosperidad de todas las Iglesias y tratamos de ennoblecer con títulos de más honor (..) para que el Altísimo reciba continuamente Culto Divino y se acreciente la salud de las Almas (..) Nos ha sido presentada una petición por parte de nuestro querido hijo y Hombre Noble Juan Pacheco, Marqués de Villena, que en la diócesis de Cuenca no hay ninguna Colegiata, y que se erija en Iglesia Colegiata la Iglesia Parroquial de San Bartolomé en la Villa de Belmonte, por ser lugar insigne, populoso y eminente. Así, pues, Nos mandamos que erijas con Nuestra Autoridad Apostólica en Iglesia Colegial la Iglesia Parroquial ya citada con todos los honores, prerrogativos, preeminencias, indultos, privilegios, gracias, exenciones e insignias Colegiales ( .. )

Dado en Mantua en año de la Encarnación del Señor de Mil¡ e cuatrocientos e cincuenta y nueve en las Kalendas de Diciembre.Año segundo de Nuestro Pontificado.

La razón por la que el Papa Pío II comisionara el Obispo de Burgos Don Luis de Acuña es porque era sobrino del Marqués de Villena; cuando el Marqués hace la petición a Roma la tramita a través de su sobrino de poco más de treinta años y nombrado hacía dos años Obispo de Burgos. Con toda seguridad el Marqués dirige la petición a Roma a través de su sobrino el Obispo de Burgos, con mejores relaciones que con el Obispo de Cuenca Don Lope Barrientos.

No obstante Don Luis de Acuña escribe diciendo que no puede venir a Belmonte por estar en lugar distante, y subdelega a Don Ruy Gómez de Anaya, Abad de Santiago y Canónigo de la Catedral de Cuenca, previo consentimiento del Obispo diocesano Don Lope Barrientos.

Don Ruy Gómez de Anaya hace la Consagración de la Colegiata y hace los estatutos, que todavía se conservan los originales en el archivo, y salvo pequeñas variaciones, con ellos se ha venido rigiendo el Cabildo de Belmonte hasta el expolio de la desamortización de Mendizábal.

Don Luis de Acuña el Obispo de Burgos dice en su testamento: No sé si Nuestro Señor me dejará hacer mi sepultura, porque estas cosas son más viento del mundo que provecho del ánimo (... ) manda que no hagan sino una piedra y sea de alta como un palmo y no más.

Pero los parientes del Obispo y el cabildo de Burgos quisieron perpetuar su memoria con estatua yacente de alabastro y con todos los ornamentos pontificales, obra de Diego de Siloé, y todos los años parece que el Obispo difunto sigue convocando en torno a su tumba al Cabildo de la Catedral en la capilla de Santa Ana que él fundó, y también según era su voluntad: para hacer las honras honestamente y no a pompa del mundo.

Parece que había una deuda histórica entre el pueblo cristiano de Belmonte y el Obispo D. Luis de Acuña de Burgos que erige La Colegiata y muy pocos le conocíamos.

Y en el mes de Junio, como final de catequesis parroquial se organizó una excursión-peregrinación, con los catequistas y algunos niños que habían aprovechado mejor el tiempo en asistencia y aplicación; y allí fuimos a celebrar la Eucaristía junto a la tumba de Don Luis de Acuña y en el espléndido altar de su capilla en la Catedral de Burgos. Día hermoso y de visitas empapadas de arte, además de la Catedral, visitamos las Huelgas Reales, donde también está enterrado Alfonso VIII y su esposa Leonor de Aquitania, el que conquistó a Cuenca y su tierra, y después de ver y admirar todo el esplendor y grandeza de las tumbas, vestidos y obras de Reyes, visitamos también el silencio, el recogimiento y sencillez de la Cartuja de Miraflores.

Alfonso VIII concedió tantas gracias, privilegios y exenciones a Cuenca que había un dicho en la Edad Media: Di que eres de Cuenca y entrarás de balde. Los tiempos han cambiado... pero dijimos que éramos de Cuenca y todas las puertas se abrieron. Es que D. Ramón, el Obispo de Cuenca, había venido desde Burgos donde había sido el Vicario General y Presidente del Cabildo de la Catedral... y esto fue lo que hizo de llave.

Luis Andújar Ortega.


PERSONAJES DE NUESTRO PUEBLO
JUAN CUBILLO

Un personaje que pasa por todo el escalafón clerical.

Nació en los primeros años de¡ siglo XVII, en el Robledillo, aldea situada entre Pedroñeras y Belmonte, hoy ya despoblada. Muy pequeño se viene con su familia a vivir a Belmonte donde ingresa como monaguillo de La Colegiata; después su timbre de voz le hace ocupar el cargo como "mozo de coro". En 1630, es ordenado como clérigo de Epístola, celebrando su Primera Misa en La Pascua de Navidad de 1631, y quedándose como clavero de La Colegiata (el encargado de todas las llaves) después de las oposiciones como Racionero de ella. El 18.VIII.1646 toma posesión de canónigo como Maestrescuela y secretario del Cabildo. Al final de sus días es nombrado Prior y muere el 20.1.1699 enterrándose en La Colegiata. A él le dedican una calle que aún conserva su nombre.

D. Luis Andújar.


UN TOQUE DE LA NUEVA COCINA PARA ESTE VERANO
PARA 6 PERSONAS
CREMA DE GAZPACHO CON BACALAO

INGREDIENTES: 250 g. de bacalao, 3/4 l. de gazpacho andaluz espeso, 1/2 l. de caldo de cocción del bacalao, 12 aceitunas negras y la medida de un vaso de los de agua de mayonesa.

Ponemos el bacalo, cortado en filetes de unos 2 cm. de ancho, en remojo durante 48 h., retirando el agua unas 6 veces y comprobando que está totalmente desalado. Una vez lo esté, lo cocemos en 1/2 l. de agua durante 5 minutos. Lo sacamos y enfriamos con agua, después le añadiremos el caldo frío al gazpacho. Una vez hecho esto añadimos la mayonesa poco a poco al gazpacho y mezclando con la batidora muy despacio.

Reservaremos en el frigorífico hasta la hora de servir.

Para servirlo lo decoraremos con el bacalao y las aceitunas (todo muy picado).

GAZPACHO MANCHEGO DE RÍO

INGREDIENTES: 1 Kg. de cangrejos de río capados y limpios, 3 truchas pequeñas en filetes limpios de pie y raspas, 4 dientes de ajo, 400 g. de torta de gazpacho troceada, 150 g. de jamón serrano picado y medio vaso de tomate frito.

Ponemos en una sartén o cacerola medio vaso de aceite de oliva para freír los lomos de trucha junto con los ajos, retiramos del aceite y freímos en el mismo los cangrejos con un poco de sal, retiramos del aceite y repetimos con el jamón. Una vez hecho esto, ponemos a cocer cangrejos (todos menos doce) en agua y añadimos el tomate, esta operación dura unos cinco minutos. Tras esto pasamos los cangrejos cocidos por un colador chino presionando con la mano del mortero. Ponemos el caldo resultante junto con la torta del gazpacho troceada durante siete minutos. Añadimos los cangrejos y los filetes de trucha reservados por encima, corregimos de sal y caldo dejando cocer otros cinco minutos (ha de quedar espeso).

CREMA DE REQUESON CON MELON

INGREDIENTES: 450 g. de requesón, 4 huevos, 8 cucharadas de azúcar, 2 yogures y 1 kg. de melón duro, dulce, limpio y troceado, y una copa de mistela.

Batir juntos el requesón, las yemas y los yogures hasta hacer una crema, añadimos la copa de mistela. Montamos las claras a punto de nieve con el azúcar y lo mezclamos suavemente con el batido anterior.

Troceamos el melón y lo servimos en copas mezclado con la crema del requesón.

Una buena idea sería acompañarlo además con miel.

Maxi.


CARTA ENVIADA POR ESTA ASOCIACIÓN A BODEGAS SAN ASENSIO DE LA RIOJA

Belmonte, 30 de junio de 1997.

Muy Sr. nuestro:

Me dirijo a Vd. como Presidente de la Asociación Cultural "INFANTE DON JUAN MANUEL" de la localidad de Belmonte en la provincia de Cuenca. Esta Asociación tiene entre sus objetivos la promoción, divulgación y defensa del patrimonio histórico y cultural de nuestra villa, Belmonte, figurando como emblema principal del mismo y entre otros destacados elementos, el castillo que preside nuestro pueblo y que Vds. han hecho aparecer en las etiquetas identificativas de uno de sus vinos, en concreto, el denominado "Castillo San Asensio".

Si bien es cierto y así se lo reconocemos, el buen gusto del que han hecho gala a la hora de elegir un castillo para ilustrar e identificar sus vinos, quiero por la presente, convirtiéndome por un momento en portavoz no ya sólo de esta Asociación sino también del sentir general de nuestro pueblo, manifestarle desde la tristeza e indignación, nuestra más absoluta repulsa ante esta situación sin perjuicio de las acciones legales que de la misma pudieran derivarse, las cuales en modo alguno, compete ejercitar a esta Asociación.

No consideramos, mínimamente correcto el actuar de Vds. en el presente asunto pues, ni nuestro castillo es de San Asensio ni se encuentra en La Rioja.

Que esta situación de notoria confusión no ha sido provocada dolosa e intencionadamente por Vds. está fuera de toda duda. De lo contrario, las posibles responsabilidades legales antes aludidas estarían más cerca del ámbito penal que del civil, como es el caso. Pero que esta situación ha causado al municipio un serio perjuicio es, al menos, igual de evidente.

Este perjuicio es, como ya ha quedado dicho, notable y evidente y lo seguirá siendo aún más mientras sigan en el mercado estas etiquetas, sin olvidar el malestar e indignación que por este acontecimiento sufrimos y seguimos sufriendo todos los belmonteños.

En virtud de todo lo hasta ahora dicho y dentro de la responsabilidad y posibilidades con que cuenta esta Asociación, le invito, en nombre de todo un pueblo, a que cese en la difusión de la imagen de nuestro castillo en sus botellas de vino.

Sin otro particular y agradeciéndole la atención que me dispensa le saluda atentamente,

Fdo.: José Manuel Zarco
Presidente de la A.C. "Infante Don Juan Manuel"


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