Organiza: A.C. "Infante Don Juan Manuel"
Patrocina: Excmo. Ayto. de Belmonte
Estarán incluidos dentro del plazo de entrega los trabajos enviados por correo certificados el 30 de mayo.
Belmonte, a 19 de Diciembre de 2005.
AÑOS | 1764 | 1766 | 1768 | 1772 | 1773 |
CUENCA | 1.389.520 | 1.037.839 | 1.317.581 | 1.183.961 | 1.765.106 |
SIGÜENZA | 333.725 | 362.905 | 377.500 | 286.483 | 337.412 |
BELMONTE | 333.132 | 215.905 | 239.296 | 171.629 | 185.902 |
Óscar Martínez Pérez
El pasado verano viajando por carreteras de nuestra Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha pude contemplar, con sana envidia, obras de rehabilitación en las fortalezas de los pueblos manchegos de Consuegra y Maqueda. Puede que las obras, anunciadas ya a lo lejos por las imponentes grúas que desde el interior de cada uno de estos castillos sobresalían en altura, continúen aún con su faena diaria, como muestra inequívoca del proceso de rehabilitación que allí se está llevando a cabo, “¡qué afortunadas fortificaciones!”, pensaríamos más de uno. Son sólo dos ejemplos de recuperación patrimonial en nuestra querida región manchega; podemos encontrar bastantes más. Sin alejarnos mucho, basta con darnos un paseo, por ejemplo, por Uclés y su Monasterio y podremos contemplar igualmente importantes trabajos de recuperación arquitectónica. Es precisamente en este monasterio donde las grúas han sido casi permanentes compañeras durante los últimos años.
Algo bien distinto sucede con el castillo de Belmonte que no parece salir del impasse en el que se halla sumido, con lo que su deterioro avanza de manera progresiva y, lo que es peor, las explicaciones legales que al asunto se le están dando resultan cada vez más y más incomprensibles, sobre todo para los no doctos en la materia, entre los cuales me incluyo. No obstante, si aplicamos el simple sentido común, a los de a pie nos parece éste del Castillo y su rehabilitación un asunto un tanto kafkiano, pues da la impresión de que la situación normativa en que se encuentra actualmente nos hace caer en una más de las numerosas contradicciones humanas, permanecer de brazos cruzados ante la lenta agonía auspiciada por la enfermedad, en nuestro caso, la inminente ruina de un edificio monumental.
Ya lo he dicho, si apelamos exclusivamente al sentido común resulta un tanto difícil de entender. ¿Cómo es posible que no se pueda hacer nada al respecto? Un propietario privado desinteresado y un poder legislativo atado de manos para la actuación; resultado, la irreversible destrucción. ¿Se puede entender y convivir ante semejante desatino?, ¿acaso no existen leyes que protejan nuestros tesoros?
Se supone que los pueblos elaboran y crean leyes sociales, a través de sus representantes democráticamente elegidos, con la finalidad principal de proteger tanto a los ciudadanos como a los bienes culturales y sociales; es lo que se entiende por legislar de acuerdo al principio del bien común. Concepción contraria a la de los sistemas autoritarios o feudales que potencian el bien o los intereses privados, por encima de la colectividad social, consolidando claras posiciones de desidia, abandono o expolio de señores sin muchos escrúpulos. En materia de patrimonio, por ejemplo, y desde esta última perspectiva, todo quedaría abocado al buen uso, sabiduría, corazón, sensibilidad o sentido estético del mecenas de turno. Y así fue en el caso de Belmonte, para gozo de todos, pues no debemos olvidar que el castillo se levanta gracias a un señor feudal, a su gusto y buen hacer para con un pueblo del que se siente parte; de lo contrario, entendamos que lo podría haber construido en una cualquiera de sus múltiples posesiones.
Por suerte, hoy estamos (o deberíamos estar) a salvo de estos devaneos. Una de estas leyes creadas para la protección y conservación de nuestra cultura y riqueza monumental es la Ley de Patrimonio Histórico (Ley 16/1985, de 25 de junio).
Incapacidad ante el patrimonio privado
En la entrevista aparecida en la revista El Atrio, nº 18, septiembre de 2005, la Consejera de Hacienda de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Dª María Luisa Araujo afirma con total rotundidad “… la imposibilidad de poder actuar sobre el castillo, como sí se ha hecho sobre otros edificios históricos, por ser éste de titularidad privada”. Toma como referente legal para llegar a tal conclusión la mencionada Ley de Patrimonio Histórico.
Continúa la consejera ratificándose en dicha medida cuando proclama que “lamentablemente no es una decisión unilateral del gobierno regional, ya que la Ley del Patrimonio Histórico impide realizar cualquier obra o restauración a las administraciones públicas en patrimonio privado”. Se puede estar de acuerdo con la primeraparte de la afirmación, a lo largo de la citada ley se recoge, ya que efectivamente para la conservación y recuperación del patrimonio histórico se exigen actuaciones no unilaterales (art. 7, entre otros); pero no comparto su recurrente justificación en el carácter privado de la titularidad de los monumentos, a la hora de verse impedida la administración para actuar. De hecho, si así fuese ¿qué fatal destino le hubiese reportado la historia a los cuantiosos monumentos religiosos (catedrales, monasterios, conventos, colegiatas, iglesias, etc.) propiedades de la Iglesia?, ¿acaso esta titularidad no tiene el carácter de privado?, ¿o tal vez en sus restauraciones no ha entrado un solo euro del erario público? Una de las beneficiadas de ello, no lo olvidemos, ha sido nuestra magnífica colegiata de S. Bartolomé (mencioné al principio la restauración del monasterio de Uclés; toda la geografía nacional está llena de ejemplos de restauraciones de edificios patrimonio de la iglesia).
Apuntes sobre la ley
Vaya de antemano, ya lo he dicho, que soy profano en la temática de leyes; no obstante, sí me gustaría hacer algún comentario en relación a la citada ley. Para ello, considero de especial interés hacer mención exclusivamente a dos artículos, con el ánimo de no extenderme en articulados tediosos, por su especial relevancia para el asunto de nuestro castillo y el controvertido tema de su posible rehabilitación, tan condicionada por el concepto de la titularidad y propiedad.
Artículo 36.
1. Los bienes integrantes del Patrimonio Histórico Español deberán ser conservados, mantenidos y custodiados por sus propietarios o, en su caso, por los titulares de derechos reales o por los poseedores de tales bienes.
2. La utilización de los bienes declarados de interés cultural, así como de los bienes muebles incluidos en el inventario general, quedará subordinada a que no se pongan en peligro los valores que aconsejan su conservación. Cualquier cambio de uso deberá ser autorizado por los organismos competentes para la ejecución de esta Ley.
3. Cuando los propietarios o los titulares de derechos reales sobre bienes declarados de interés cultural o bienes incluidos en el inventario general no ejecuten las actuaciones exigidas en el cumplimiento de la obligación prevista en el apartado 1 de este artículo, la Administración competente, previo requerimiento a los interesados, podrá ordenar su ejecución subsidiaria. Asimismo, podrá conceder una ayuda con carácter de anticipo reintegrable que, en caso de bienes inmuebles, será inscrita en el Registro de la Propiedad. La Administración competente también podrá realizar de modo directo las obras necesarias, si así lo requiere la más eficaz conservación de los bienes. Excepcionalmente la Administración competente podrá ordenar el depósito de los bienes muebles en centros de carácter público en tanto no desaparezcan las causas que originaron dicha necesidad.
4. El incumplimiento de las obligaciones establecidas en el presente artículo será causa de interés social para la expropiación forzosa de los bienes declarados de interés cultural por la Administración competente.
Artículo 37.
3. Será causa justificativa de interés social para la expropiación por la Administración competente de los bienes afectados por una declaración de interés cultural el peligro de destrucción o deterioro, o un uso incompatible con sus valores. Podrán expropiarse por igual causa los inmuebles que impidan o perturben la contemplación de los bienes afectados por la declaración de interés cultural o den lugar a riesgos para los mismos. Los municipios podrán acordar también la expropiación de tales bienes notificando previamente este propósito a la Administración competente, que tendrá prioridad en el ejercicio de esta potestad.
De estos dos artículos podemos extraer dos consecuencias lógicas: 1) Queda claramente establecida la necesidad de conservación del Patrimonio Histórico por parte de sus propietarios. 2) Se declara competente a la Administración para actuar en caso de peligro de destrucción de dicho patrimonio, llegándose incluso a la expropiación como medida de salvaguarda.
Por tanto, podemos hablar de que la Administración no tiene actualmente las manos atadas para intervenir, disponiendo de leyes y, suponemos, recursos para poder actuar. Si la Sra. Consejera afirmase que mediar no es tan sencillo, que precisa esfuerzos de coordinación en el que se han de poner en marcha mecanismos de diálogo, de negociación, …, podríamos llegar a entenderla y puede que compartiéramos todos más esa postura. Si por el contrario, nos dice que a la Administración le resulta imposible poder actuar en base a la citada Ley 16/1985, puede que para todos sea algo más difícil de comprender, a tenor del articulado anterior.
Entiendo sobradamente que ésta pueda parecer una postura un tanto simplista. Si recurro a estos planteamientos es solamente por cuestiones didácticas, con la única finalidad de que el mensaje sea lo más inteligible posible. Por otra parte, ya sé que todo no es tan fácil, que los entresijos de la Administración y su materialización en una actuación legal pueden, en ocasiones, ser mucho más complejos, paradójicos e incomprensibles que lo que los propios contenidos legislativos determinan, llegando incluso a eternizarse, cuando no a resolverse contradictoriamente, como sucede en no pocas ocasiones. Pareciera que no todos hablamos en el mismo lenguaje.
Por lo demás, ahí está el articulado, cada cual que saque sus propias conclusiones. Las leyes tienen sus entresijos y doctores tiene la iglesia. Muchas son las tertulias de belmonteños y visitantes apelando una actuación pública que vaya en la dirección del art. 37, alarmados por una realidad que suscita pensamientos negativistas y catastrofistas. Actuación que parece recogerse en la normativa en tanto que medida extrema, ¿hemos o no llegado ya a esa situación crítica?
Críticas ciudadanas
Sabemos que hemos avanzado mucho en progreso y desarrollo, todos los pueblos lo han hecho, pero quizás no lo hemos hecho a la velocidad que nuestra historia, cultura y riquezas nos demandaban. En algunos aspectos no es posible afirmar que estemos en el mejor momento de nuestra historia… Se han perdido demasiadas oportunidades. El pasado 12 de agosto hubo un gesto de coraje y valentía de un pueblo hastiado (y avergonzado) por el estado (no ya sólo) de ruina y abandono en que se halla su monumento más emblemático. Movilizado por la Asociación Fuente El Beso (ya es hora de que alguien se dignara a dar ese paso) todo el pueblo alzó su voz en contra de una situación y un inmovilismo que resultan imposibles de digerir. Y lo que es mucho más importante, allí quedó constancia de una preocupación colectiva por mantener en pie un edificio que puede ser el motor de progreso para una economía local en clara recesión.
Ver a los más pequeños en la manifestación fue otro motivo de orgullo, así se hace camino. Si les inculcamos valores de respeto y aprecio por la cultura y los bienes, estaremos asentando firmemente los pilares de ese progreso. Los educadores (y la familia entre ellos) son los responsables de esta tarea, de esta labor lenta y cuidadosa para hacer que Belmonte perviva indefinidamente. Pero esto es tema para otra ocasión.
Juan Antonio Zarco Resa
Pregunta: Sabemos que son ya algunos los años que estás por Belmonte. Cuéntanos alguna de tus primeras experiencias o impresiones del pueblo.
Respuesta:Los recuerdos del principio van más al colegio que al pueblo, fundamentalmente por mi situación personal que ha hecho que no pudiera residir en Belmonte y casi siempre haya tenido que estar viajando. Recuerdos que van del comedor, a las clases numerosas, el transporte escolar, y sobre todo recuerdos de cantidad de alumnos y compañeros a los que se recuerda con agrado.
P: ¿Qué recuerdas del Belmonte al que llegaste a principios de los noventa y en qué crees que ha cambiado?
R: En efecto, y parece mentira, ya ha pasado década y media. Imagínate la de cosas que han pasado en ese tiempo. Pero como hay que citar alguna, algo cuya evolución me llama la atención, en cantidad y calidad, es la infraestructura turística privada. Muchas veces ha surgido el comentario, que la gente no cree, de la imposibilidad de comer en un restaurante o alojarse en un hotel en aquel tiempo en Belmonte. Afortunadamente, la posibilidad de elección es amplia en estos momentos, lo que es fundamental para un pueblo que, creo, ha de basar su crecimiento en el sector turístico
P: Desde hace años, los belmonteños disfrutamos de un lugar en la web gracias a ti ¿Qué inquietudes te llevaron a elaborar la página?
R: La página, que acaba de cumplir ocho años, surgió por aprovechar el espacio que me concedía mi proveedor de Internet de aquel entonces, llamado Bitmailer. Me llamaba la atención aquello de las “páginas web” y me propuse hacer una. ¿De qué? Lo tuve claro: tenía al alcance de mi mano el pueblo con más riqueza histórica y artística de la provincia de Cuenca y la posibilidad de darlo a conocer de manera virtual. Y poco a poco (y molestando a d. Luis Andújar y a Pedro PabloJiménez, que todo hay que decirlo) fui haciendo la página. Así empezó todo. En un primer momento no había mucha información, pero decidí que lo mejor era "colgar" lo que había y luego ir añadiendo cosas. Y así hasta ahora, que sigue creciendo gracias a la colaboración de mucha gente.
P: ¿Qué sección de tu página es la que más te gusta?
R: Probablemente la dedicada a los libros sobre Belmonte. Parece mentira, pero ya tengo 50 libros en los que aparecen referencias a Belmonte o están íntegramente dedicados a nuestro pueblo. Además, a nivel particular me han servido para aumentar mi conocimiento sobre Belmonte.
P: Apesar de que es una de tus aficiones, seguro que elaborarla mantenerla actualizada es “curro” importante ¿Hay recompensa emocional por ello?
R: Como bien dice el refrán, “sarna con gusto no pica”, por lo que el trabajo no importa. Lo más costoso es recopilar la información y ver qué es lo que incluyes y qué no, intentando no meter la pata pero sin olvidar que es una página divulgativa, no una tesis doctoral. Una vez que tienes la información, prepararla para ponerla en la página no es complicado. Además, este trabajo lo realiza el ordenador, y éste no se cansa nunca. En cuanto a la satisfacción, observar a una familia australiana comentando la visita al pueblo mientras ven las fotocopias de la página que se han traído desde allí o leer los libros que te ha regalado un escritor de Alicante al que no conocía de nada y se ha puesto en contacto conmigo al ver la página, produce un gran agrado. Y sobre todo, los mensajes de agradecimiento de belmonteños que viven fuera y encuentran en la página un punto de contacto con el pueblo.
P: Sabemos que desde la Web cada visitante puede enviar un mensaje al Gobierno de Castilla-La Mancha denunciando el lamentable estado de conservación del Castillo, ¿va surtiendo efecto?
R: Desgraciadamente, a las pruebas me remito: ningún efecto. He de aclarar que la idea no es mía, sino de un grupo de vecinos que tomaron esa iniciativa mandando la carta por correo. Les pregunté si les parecía bien que la incluyese en la página y tras responderme afirmativamente, la puse en la portada de la web, ya que creo que el castillo es uno de los problemas que hay que resolver. Y pronto. Una gran cantidad de personas ha enviado ese mensaje solicitando ayuda para el castillo, pero la respuesta ha sido inexistente. Ninguno de los dos presidentes a los que se ha dirigido el mensaje -Bono y Barreda- se ha tomado la molestia de contestar al mismo, aunque me consta que los reciben y en alguna ocasión han preguntado por el motivo de esos mensajes. 350 se enviaron a Bono y al actual presidente le han debido llegar unos 250. Desde aquí animo a quien no lo haya hecho a que lo envíe. Por lo menos que nadie pueda decir que no ha hecho nada porque no se ha enterado, ¿no?
P: En la misma línea, ¿qué expectativas tiene el pueblo? ¿cual sería, en tu opinión, la vía de escape para conservar el pueblo y sus gentes?
R: Como he comentado, Belmonte es el pueblo con mayor riqueza artística de la provincia de Cuenca. El potencial turístico es, pues, impresionante. Creo que éste es el camino que ha de tomar el pueblo para avanzar. ¡Cuántos pueblos quisieran contar con una Colegiata o un Castillo como en Belmonte! Y aquí están, aquí los tenemos. Hay que aprovechar esta situación y generar riqueza utilizando los recursos que hay.
P: Cambiando de tercio: educación. ¿Qué importancia le dais al conocimiento y manejo de las nuevas tecnologías desde el
Colegio?
R: Desde siempre el Colegio de Belmonte ha tenido entre sus objetivos el uso de las nuevas tecnologías. Recuerdo cuando llegué la existencia de varios Commodore 64 que habrían hecho las delicias de muchos centros de enseñanza unos años antes. Posteriormente el M.E.C. nos concedió 10 ordenadores 286 con los que empezamos a trabajar con los alumnos, y en la actualidad contamos también con el aula Althia de la Junta de Comunidades y con un ordenador por clase, algunos de los cuales tienen conexión a Internet en el aula gracias a la red que se instaló en el centro mientras participamos en un proyecto Comenius. Aunque esto puede dar idea de una dotación informática impresionante, no hay que olvidar que trabajamos con equipos muy antiguos -algunos con más de diez años-, pero que con más o menos dificultades nos permiten cubrir los objetivos que nos hemos propuesto y que podrían reducirse a que el alumno sepa utilizar el ordenador como herramienta de apoyo en su aprendizaje y tenga un conocimiento informático básico al abandonar el colegio en cuanto a manejo de ficheros, ofimática e internet. Por cierto, alguien prometió no hace mucho no sé cuántos ordenadores por aula. Desde aquí se lo
recordamos.
P: Desde tu posición de maestro, ¿cómo ves la educación en Belmonte en la actualidad?
R: Estamos en una situación de cambio, tanto a nivel legislativo por la ley que se acaba de aprobar como a nivel físico por el cambio de edificios, lo que conlleva una serie de dificultades que entre todos debemos tratar de solucionar. Estos cambios me sugieren una reflexión: del mismo modo que no se cambia de entorno físico cada vez que hay un cambio de gobierno, ¿no convendría obrar del mismo modo con el entorno legislativo?. Desde mi punto de vista, en la sociedad hay una serie de sectores -entre los que se incluye la educación- que no pueden depender de los cambios políticos. Desconozco cómo, pero creo que se deberían hacer leyes más duraderas, que sólo se cambiaran para mejorar las cosas de manera objetiva, no partidista.
P: ¿Crees que existe una cooperación fluida desde el Colegio con otras instituciones (AMPAS, IES, Ayuntamiento, Asociaciones, …) para llevar a cabo actividades? Yen la misma línea, ¿cómo valoras el movimiento asociacionista en el pueblo?
R: Como todo en la vida, se puede mejorar, pero creo que la colaboración es adecuada. De hecho, no hay más que ver las actividades extraescolares que se realizan en el Centro. Digamos que la apertura a la sociedad en el Colegio de Belmonte es una realidad, y no sólo una bonita frase escrita en un boletín oficial. Sobre las asociaciones, aunque hay quien no está de acuerdo, creo que es la mejor -y quizá única- manera de actuar hoy en día para beneficiar a los pueblos o comunidades de cualquier tipo, seguramente porque "la unión hace la fuerza". Es más, son las realmente indicadas para recordar a los que mandan su obligación de servir a la comunidad y no de servirse de ella. Y en el caso de Belmonte, destaco sobre todo la juventud de muchos de sus asociados, lo que sin duda hará que las asociaciones avancen con mayor fuerza y que tengan una relación crítica con el poder. También de colaboración, por supuesto, pero siempre con espíritu crítico.
P: Retomando el tema de Internet: según las últimas estadísticas, los españoles estamos a la cola de Europa en el uso de las nuevas tecnologías, ¿qué opinión te merece eso?
R: Penosa. Y lo que hay que hacer es ponerse manos a la obra para que en las próximas estadísticas avancemos puestos. Una cosa está clara: igual que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento, en poco tiempo el desconocimiento informático no nos librará de su utilización. Se comienza a hablar de "analfabetismo tecnológico". ¡Ojalá no seamos aquí los primeros! Y evitar esto se debería hacer desde la escuela y facilitando el acceso a las nuevas tecnologías. El problema no está en tener buenos ordenadores o velocidades de vértigo en internet, sino simplemente en tener un ordenador y una conexión para comenzar. ¿O acaso aprendemos a leer con una edición exclusiva de algún libro con ilustraciones de Doré o a escribir con una Mont Blanc? Eso, sumado a una buena formación, es la base para mejorar la capacitación tecnológica.
P: ¿Por qué es necesario saber manejarse con la informática? Algún consejo para los lectores que no se atreven con los ordenadores...
R: Sobre todo porque va a ser imprescindible, si no lo es ya. Con esto ocurre como con los idiomas. Hace algunos años, saber una lengua extranjera era un mérito a la hora de buscar trabajo; hoy es una obligación. El mérito lo tiene el que domina dos o tres. ¿Consejos? Dos. El primero, la constancia. El segundo, la adaptación a nuestro desconocimiento inicial. No creo que mucha gente se plantee retar a Fernando Alonso nada más sacarse el carnet de conducir. Con la informática sucede igual. Que nadie intente hacer una videoconferencia la segunda vez que enciende un ordenador. Hay que ir poco a poco, asimilando lo aprendido y proponiéndose entonces nuevos retos. Animo también a las personas mayores. La informática puede ser una afición con la que se entretengan y les sirva para llenar huecos del tiempo libre del que disponen.
P: En este año de celebraciones quijotescas, ¿qué opinión te merece Ruta del Quijote y otras iniciativas para la difusión de la obra y de La Mancha?
R: Era obligada esta celebración y la Junta de Comunidades ha hecho un esfuerzo importante, con una inmensa cantidad de actos. Ahora bien, espero que no funcione aquí también la ley del péndulo y pasemos del centenario del Quijote al olvido del mismo, que todo pudiera ser. También habrá que analizar si la relación precio-resultados ha merecido la pena, ya que el gasto parece haber sido enorme. En cuanto a la Ruta, esperemos que mucha gente la haga. A la larga será una de las pocas cosas que quede del centenario. Lo que hay que hacer ahora es aprovechar ese potencial, utilizarlo y sacarle rendimiento. Desde luego, si se cumplen todos los pronósticos que realizaba la Consejera de Economía en la pasada edición de la revista, esto será un éxito. Pero vamos, leamos El Quijote, que es de lo que se trata.
P: Y finalmente, ¿qué proyectos tienes para el futuro?
R: Personalmente tengo un nuevo proyecto desde hace un mes, un pequeño proyecto que se llama Marcos y que ocupa gran parte de mi tiempo. En cuanto a la página, seguiré manteniéndola mientras pueda. Y desde aquí aprovecho para agradecer el esfuerzo de todos los que me ayudan a aumentarla y mejorarla, así como para decir a quien no lo sepa que está abierta a cualquier colaboración y a quien quiera aparecer en ella.
Ricardo Cuevas
De Toro, 3 de Agosto de 1.557
Siervo en el señor
Francisco
Inés Valverde
Bibliografía:
1.-Convenios y hermandades y juntas medievales en la Mancha Alta de Montearagón de Aurelio Pretel Marín.
2.-La conquista del marquesado de Villena de Juan Torres Fontes.
3.-La relación de Villena de 1575 de José María Soler García.
Miguel Ángel Vellisco
Juan Luis Fuentes Labrador
Salamanca, diciembre de 2005
Muy lejos de la sabiduría, pero con el afán de perseguirla, la senda que llevo recorrida transcurre por muchos lugares de la Mancha como hiciera el más entrañable personaje de la literatura universal, Don Quijote.
Y de todos esos lugares, sólo algunos, han sido capaces de dejar una impronta en mi alma, de tal calibre, que sin saber su razón, o tal vez sabiéndola, ocupan un lugar en ella, privilegiado. La senda a la que me estoy refiriendo, obviamente, no es otra que la de la educación literaria y el alma, la de una humilde profesora de lengua y literatura española.
Belmonte es uno de esos lugares a los que me refería. El primer recuerdo de este pueblo me traslada a mi más tierna infancia a través de una amarillenta fotografía que colgaba en el salón de la casa de mis abuelos maternos en otro pequeño pueblecito de Cuenca, no muy distante de éste. Lo fotografiado era un castillo enorme al fondo y en primer plano un rebaño de ovejas. Frente a esa fotografía, una niña, preguntaba a su abuela dónde se encontraba ese castillo y quién lo habitaba y la pregunta enhebraba la aguja que comenzaba a tejer el tapiz de la oralidad. La pregunta siempre era la misma, pero la respuesta variaba: unas veces el discurso adquiría la forma de romances viejos de caballeros desdeñados por hermosas princesas con pegadiza tonadilla; otras, odas clásicas que anhelaban la vida retirada de un escritor buen conocedor de la Biblia;o en otras ocasiones desencadenaba la leyenda de un marqués pequeño, de dudosa
reputación, pero excesiva ambición e inteligencia, propietario del castillo; también las había en las que el relato narraba lo acaecido a un hidalgo y su escudero en compañía de pastores, que curiosamente acababan degustando idéntico manjar al que se cocía a fuego lento en el puchero de barro, con el mismo fuego que sonrosaba las mejillas de aquella mujer anciana de pelo cano y vestido negro en cuyo regazo la mecedora de enea me mecía. Mientras la escuchaba, mi imaginación, sin apartar la vista de aquella fotografía, pintaba en ese escenario tantos personajes como ella creaba, y yo recreaba, de manera simultánea al relato que escuchaba. Ese abrazo de realidad y ficción era mucho más que eso, era el diálogo entre la experiencia de una mujer madura y la inocencia de una niña; el abrazo entre una abuela y su nieta y cuantos sentimientos lo conforman; el proceso de comunicación oral entre un emisor que habla y un receptor que escucha respetando ambos sus turnos, … en definitiva, aquella fotografía del Castillo de Belmonte fue uno de los elementos que hicieron posible mi primera formación literaria, a través de la oralidad, esto es, a través del canto y del cuento.
Bajo ningún concepto es justificable que a un niño se le prive de semejante don, uno de los más preciados de la infancia: el descubrimiento de la Literatura a través de la oralidad. Cuando el adulto cuenta y canta a un niño, está sembrando una semilla cuya cosecha será tremendamente valiosa hasta el punto de ser imposible su sustitución, porque lo que se siembra a través de tan insignificante hecho, en apariencia, no es ni más ni menos que el diálogo, la tolerancia, el respeto, pero también la belleza, el arte, … y todo ello de una manera tan sencilla como ancestral. No creo que exista cultura, pueblo, etnia,… que, independientemente de su nivel sociocultural, no considere el diálogo entre los mayores y los niños; el maridaje entre la música y la palabra; o la capacidad de soñar despiertos en voz alta y de manera compartida, como un pilar fundamental sobre el que erigir una sociedad con los valores imprescindibles para sostenerse en armonía y crecer enhiesta como aquel surtidor de sombra y sueño que cantaba el poeta.
No menos entrañables, recuerdo las tardes en las que unas veces mi madre, y otras mi padre, me invitaban a leer o a escribir, acabadas las tareas escolares: cartas a los familiares, copiar un poema que juntos memorizábamos, continuar un cuento cuyo final no nos parecía acertado o inventar un pareado para el día del padre o de la madre…, casi todos los días buscábamos un tiempo para leer y/o escribir y compartirlo. Me encantaba escuchar a mi padre leer, yo quería leer tan bien
como él; y algún día tener la paciencia que mi madre tenía conmigo mientras me corregía lo que leía o escribía.
Un buen día, no sé cuándo ni por qué, todos dejaron de hacerlo: mi abuela de contarme y cantarme y mis padres de compartir conmigo la lectura y la escritura, pero de ello no he sido consciente hasta la madurez. Eso sí, yo continué leyendo, escribiendo, contando y creando porque tenía necesidad de ello, tanta como necesidad sentía por compartirlo, pero la semilla había enraizado y el árbol podía crecer. Quienes lo sembraron no eran personas cultas con sólida formación, pero todos ellos me inculcaron, en la medida de sus posibilidades, el placer que procura la lectura, que la palabra es un don y un arte o que el diálogo es imprescindible para evitar y resolver conflictos. El tópico de un libro es un buen amigo con el que nunca te aburrirás, era habitual escuchárselo a mi madre; para mi padre hablar y escribir correctamente era algo envidiable en una persona; y para mi abuela, la educación (alfabetización) de la mujer en el mundo rural, había sido privilegio exclusivo de unas pocas antes de ser un derecho de todas, lo cual era preciso conocer y no olvidar nunca para valorarlo en su justa medida.
En el ya pasado 2005, se celebraba el segundo centenario del nacimiento de Andersen, el centenario de la muerte de Julio Verne y el IV Centenario de la primera publicación de El Quijote, y curiosamente para mí, estos autores y sus obras tienen un papel muy significativo en mi educación literaria. Del primero recuerdo un cuento en especial, relataba la historia de un abeto muy inconformista que viviendo en el bosque anhelaba ser engalanado en un hogar feliz en navidad, como el final no me gustó demasiado, fue el primer cuento al que decidí darle continuidad y transformarlo. Después, partiendo de ese final reconstruí el cuento y lo presenté a un concurso de redacción escolar con motivo del día del árbol, cursaba tercero de EGB y gané el primer premio: un lote de libros, uno de ellos era una novela de Julio Verne y a través de él y en la búsqueda por la biblioteca pública de narraciones similares, accedí a todo tipo de libros de viajes, aventuras y misterio, una inmejorable oferta para la adolescencia.
Cada vez me gustaba más leer, los libros me permitían soñar, viajar en el espacio y en el tiempo, convertirme en otros personajes, traspasar la realidad. Además, buscaba un espacio y un tiempo para disfrutar a solas de este placer, por la noche en mi habitación, cuando todo estaba en silencio y era más fácil dar rienda suelta a la imaginación, o leer en voz alta sin molestar a nadie para no dormirme.
Como no eran muchos los libros que había en casa y no siempre que me gustaba podía ir a la biblioteca, pronto recurrí a esos otros libros, los de mi padre, que en lujosas encuadernaciones dormían plácidamente en la estantería del comedor. Entre todos ello el más monumental, en todos los aspectos, era El Quijote. Lo componían dos volúmenes de gruesas pastas y esmerada encuadernación, cosida con páginas de borde dorado y hermosas ilustraciones, protegidos por una caja que sólo mostraba sus lomos en los que se podía leer volumen I y volumen II. Como anticipé, no hacía mucho tiempo que había dejado atrás a Julio Verne cuando me decidí por esta novela. Me gusta decir que El Quijote fue la primera obra que me obligó a incorporarme en la cama para leer, apoyándolo sobre las rodillas. Recuerdo el perfume de sus páginas y su sonido al pasarlas, la agradable grafía que permitía una lectura fluida por su tamaño e interlineado amplio, no común en cuantos libros anteriormente había leído. Y así fue como todavía siendo una niña, en edad escolar, Andersen, Julio Verne y El Quijote de Cervantes, enriquecieron mi formación literaria, ca-da uno a su manera, pero todos ellos me hicieron vivir momentos inolvidables; por ello, a propósito de sus respectivos centenarios, aprovecho para celebrar su contribución a la literatura infantil y juvenil, pues dicho sea de paso, si algo tienen los clásicos, y así los considero a los tres, es la capacidad de estar al alcance de cualquier edad, también a la de los más pequeños, para eso está el adulto, para ayudar a descubrirlos, acompañar su lectura, compartir los sueños que provocan …
Pero yo también iba a la escuela, es más, pasaba muchas más horas en ella que en casa, como le ocurre a cualquier niño, y paralelamente a la educación literaria que mamé en mi familia, más en cuanto a motivación que recursos, es decir, más cualitativa que cuantitativamente hablando; tuve la enorme suerte de ser alumna de excelentes maestros, o lo que es lo mismo, de personas de exquisita sensibilidad y profesionalidad que conociendo mis habilidades y necesidades, supieron construir mi aprendizaje, en cuanto a materia literaria se refiere, motivándome a continuar leyendo obras que me recomendaban; corrigiendo mis escritos, aunque no formaran parte de las tareas escolares para casa; y haciéndome descubrir otros géneros literarios como la lírica o la dramaturgia y, a través de ellos, a otros autores, otros discursos, temas, épocas… pero no sólo invitándome a leer (incluso libros suyos que me prestaban y cuidaba como el más preciado de los tesoros); sino también comprobando si entendía lo que leía, motivándome a analizar esos textos, a opinar sobre ellos, invitándome a expresar lo que me hacían sentir.
Llegados a este punto, debo ser sincera y reconocer que la misma suerte tuve cursando bachillerato y la licenciatura. E incluso, porque obviamente debía ocurrir, cuando tuve que sufrir a algún docente o metodología, no muy acertado o acertada, esto me sirvió para afianzar mi convicción de luchar por un sueño: conseguir algún día ser una buena profesora de literatura.
Hoy soy profesora de literatura, no me atrevo a decir más, pero me gusta compartir mi educación literaria porque, la reflexión que puede suscitar, considero que puede invitar a los padres y a los docentes a valorar la importancia de actos tan sencillos y cotidianos como pueden ser contarnos y escucharnos, leer y compartir la lectura, motivar para escribir, invitar a la reflexión, a la opinión, a la crítica… construir mediante el diálogo.
Y de esto, del diálogo, ¡sabía tanto el autor de El Quijote! Siendo algo más que maduro, este Miguel de Cervantes, un buen día, encarcelado (lo de menos es si la cárcel fuera real o metafórica), cuando nadie creía en él (lo cual le hubiera podido hacer caer en el error de no haber creído él tampoco en sí mismo) fue capaz de crear una obra de ficción apostando por el diálogo como único arma que acerca contrarios. Así nació la primera novela moderna en lengua castellana donde gallegos, vascos, catalanes, moriscos, extremeños, andaluces…, pastores, labriegos, duques, señores, bandoleros, bachilleres, hidalgos, venteros…, villanas, princesas, viudas, solteras, adolescentes, huérfanas, lectoras, analfabetas…, pudieran contar, cantar, leer, escribir, recitar, opinar, soñar, criticar, aclamar, solicitar,… expresarse libremente independientemente de su lengua, nacionalidad, religión, condición, profesión, nivel académico, sexo, … y ¡tantos fueron los discursos y las condiciones de quienes los produjeron! que, capítulo a capítulo, entre tanto canto y cuento, insertando unos y descuidando otros, finalmente, El Quijote es capaz de ofrecer tantas lecturas como lectores y épocas se han dejado persuadir por tanto arte como sabiduría. Su mensaje, no obstante, no deja de tener cierta unidad, si bien como una moneda, presenta dos caras: realidad y ficción, cuerpo y alma, sueño y despertar, cordura y enajenación… éstas son de tal complementariedad como sus protagonistas, Don Quijote y Sancho. Su diálogo no sólo fue capaz de inventar ese nuevo género, la novela; sino que además, es el más bello canto a la tolerancia y al respeto que he conocido, algo sólo posible desde la pluma de un hombre cuya experiencia vital, condición ética y estética, así como exquisita formación (en gran medida autodidacta), le permitiera utilizar todo este bagaje para crear un universo, si bien ficticio, intentando retratar la realidad, en la medida de lo posible, para suscitar la reflexión y el análisis, con el único propósito de ofrecernos un mensaje: se pueden alcanzar los sueños si se persiguen insistentemente, e incluso, a veces, la única manera de poder transformar la dura realidad, es a través de soñar que es posible; pero hay que compartir el sueño, porque el peor de los castigos del hombre es la soledad, el silencio, esto nos pude hacer perder el juicio.
Este mensaje me gustaría que se compartiera en la escuela del siglo XXI, una escuela que apostara por el diálogo, dentro y fuera de ella. Una escuela en la que los niños y adolescentes siguieran disfrutando del enorme placer de escuchar un romance, compartir la lectura de un cuento, aprender a recitar poemas o subirse a un escenario para convertirse en un rey o en un mendigo. Una escuela que tenga un espacio y un tiempo para disfrutar de la lectura y compartir la escritura, con una biblioteca que se presente como un premio y no como un castigo, un lugar vivo y maravilloso donde habitan los libros. Libros que se desgastan y subrayan y permiten doblar sus páginas para localizar un hermoso verso; libros que se comparten, se usan, e invitan a que se hable de ellos y se escriba desde, con, por y para ellos; libros que resucitan la memoria de quienes los crearon, sus vidas, los siglos que los parieron, y a través de ellos los mundos reales en los que vivieron y los mundos ficticios que provocaron sus sueños; libros que nos están encerrados sino que andan sueltos y viajan, se trasladan a casa y allí se comparten, y a veces meriendan migajas de bocadillo y gotitas de colacao, incluso a veces se pierden, pero nunca caen en el olvido, porque son libros que provocan y crean otros libros: libros de poemas en las tapas de los cuadernos escolares, libros en forma de diario que narran mal de amores,… Otros libros, pero siempre libros libres que se mezclan con libros de otras procedencias y latitudes; libros que nos persuaden para buscar otros en otras bibliotecas o en otros escenarios; libros que se levantan y gritan; libros que nos hacen llorar en silencio, nos curan el alma o nos provocan la rabia;…
Libros, ni más ni menos que libros: clásicos y modernos, en diversas lenguas, de distintos temas, para diferentes fines, muchos donde elegir, de todo género, grandes y pequeños, nuevos y usados; libros amigos para hacer amigos, compartir con los amigos, presentar como un buen amigo, regalar a un buen amigo; libros que enamoran, para enamorar, escritos con mucho amor, para afianzar amores o curar el alma de desamores;…
Libros, libros, libros,… una escuela abierta donde viven y se convive con libros, a donde llegan y de donde parten libros … Ojalá no sea un sueño, mi sueño: el que comenzó tejiéndose una tarde de invierno en el regazo de mi abuela frente a la fotografía del castillo de Belmonte mientras me cantaba el romance de Gerineldo, o fue el Cantar de los Cantares o fue el discurso de Marcela, o fue…
Mª Amparo Torres Martínez.
Asesora de formación del profesorado del CPR de Villarrobledo
Fue el verano pasado, haciendo ejercicios espirituales un grupo de sacerdotes. El sacerdote que los dirigía nos hablaba del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, se quedó mirándome y me dijo:
- Pues fíjate, la que escribía todo esto era una monja de “tu pueblo, de tu Belmonte”. Bueno, del pueblo donde estuviste.
- ¿Quién es esa monja?- pregunté yo.
El director de ejercicios me dijo:
- De momento, según las notas que tengo, sólo sé que nació en Belmonte, que era hija de Diego Rodríguez de Vera y de Ana de Alarcón, que era monja carmelita y que hizo la profesión el año 1.577.
Con estas escuetas noticias, y sabiendo cómo estaba el archivo de Belmonte, me puse en contacto con el amigo Fernando Fernández Porras, ya en el Seminario Mayor de Cuenca, para que, previa autorización de Don Javier, el párroco actual, buscase a ver si aparecía la tal Magdalena.
Efectivamente, pocos días después recibí la fotocopia de su partida de nacimiento. Aparece en el libro primero de bautismos al folio 37. Es ésta:
Luis Andújar