Quiero hacer esta reflexión desde los propios interrogantes que me planteo.
- ¿Es importante el fútbol?
Es evidente que sí, no sólo por haber sido jugador en mis tiempos, sino porque tanto el deporte, como el espectáculo forman parte indiscutible del desarrollo integral de la persona. Por eso creo que es necesario que Belmonte cuente con sus equipos de fútbol, pero desde la base y promocionando junto con otras disciplinas deportivas: baloncesto, balonmano, atletismo, tenis, bicicleta...
No creo que mantener un equipo siguiendo las directrices sociales y económicas que imperan actualmente en nuestro país (fichajes por doquier y dinero circulando como si se tratara de grandes inversiones inmobiliarias y desafiando las desigualdades y problemas sociales más agravantes en el mundo) sea la manera más provechosa de traer deporte a Belmonte, porque sinceramente, eso no es deporte, ni apostar por el deporte es mantener plantillas, a nuestro nivel, mayoritariamente de fuera con los gastos que eso supone.
- ¿Es justa la subvención municipal, procedente de las partidas de Cultura y Deporte, asignadas al mantenimiento del fútbol?
Teniendo en cuenta la reflexión anterior, no. No, porque en principio y por razones puramente de reparto de riquezas, no es justo que se lleve gran parte de ese presupuesto, dejando a Cultura pocas posibilidades económicas para organizar y ejecutar otras actividades. Sería lógico investigar el nivel de repercusión que tiene el fútbol en todos los sectores de nuestra sociedad.
Así mismo pienso que no solamente es responsabilidad del Ayuntamiento, sino de todos nosotros que así lo aceptamos.
No obstante, es cierto que con ese presupuesto también se atienden las categorías inferiores, y eso si representa de alguna manera trabajar por el deporte base. Aunque habría que preguntarse por qué posteriormente no hay continuidad en la plantilla de la categoría superior, y por qué no hay más apoyo, incluso a nivel fundamental desde todo el pueblo, a la realización de otras disciplinas deportivas que tan fundamentales son para el desarrollo de nuestro niños.
- ¿Por qué no prosperan otras iniciativas de carácter cultural en Belmonte?
De las reflexiones anteriores podría deducirse una respuesta directa y muy simple: porque el Ayuntamiento no cuenta con suficientes recursos para ello. Pero no estoy muy de acuerdo con semejante afirmación que he oído en numerosas ocasiones. Y no lo estoy porque, en primer lugar, el Ayuntamiento no es un ente aislado y separado de los vecinos a su cargo; sino que, Ayuntamiento somos todos y es a todos a quienes nos compete la responsabilidad de ayudar a prosperar en todos los aspectos, no sólo el cultural, a nuestro pueblo: organizando actividades y participando en ellas, cuidando y velando por nuestro patrimonio (asunto muy importante para su desarrollo económico-turístico), promocionando y vendiendo bien nuestro producto al exterior, ayudando de manera crítica y racional a nuestros representantes en los órganos de gobierno del municipio, respetando las opiniones de nuestros vecinos aunque difieran de las mías, etc. Y en segundo lugar, porque creo que como individuos, componentes, de esta pequeña comunidad no hemos llegado a comprender bien la importancia que para el bienestar y prosperidad de la misma, tiene su desarrollo cultural, entendiéndolo en el más amplio sentido de la palabra y por tanto abarcando todos los aspectos necesarios para ello: desarrollo turístico y hostelero, adecuación de servicios, oferta de actividades culturales diversas (cine, teatro, talleres de lectura para jóvenes y mayores, exposiciones, banda de música y conciertos, actividades deportivas,...) dirigidas a todos los sectores de la población, promoción y participación en festejos populares, recuperación de tradiciones y costumbres, etc. Y para ello es importante entender que este desarrollo es obra, en primer y único lugar, de todos los miembros de la comunidad sin excepción alguna.
José Manuel Zarco Resa
D. Juan Pacheco, mediante testamento fechado en 1470, otorga bienes para la perfecta construcción y funcionamiento del Hospital haciéndose referencia al personal sanitario y a la necesidad de que cuente con botica. El testamento es extenso, y aunque hubo otro en 1472 éste difería poco del anterior, queda así recogido el origen del Hospital de San Andrés sito en la calle San Andrés n.º 4 del cual hoy sólo quedan los muros y la puerta de su Iglesia.
Los patrones del Hospital fueron los sucesivos Marqueses de Villena, éstos dotarían al Hospital de bienes, censos, obras pías, memorias... en definitiva de un patrimonio que a veces era ampliado y otras retocado, implicándose el Hospital en numerosos pleitos en algunos de los cuales llegó a intervenir el Rey Felipe II.
La documentación consultada, original e inédita, es de gran valor. Aunque en mi investigación primaba la vertiente sanitaria así mismo los aspectos económicos, históricos o religiosos eran de tal interés que era difícil sustraerse a ellos. Gracias a la documentación hallada se puede saber la distribución del edificio, mereciendo especial mención el hecho de que el Retablo de San Andrés fue adquirido a la Capilla de Ntra. Sra. de los Remedios de La Colegiata, trasladado al Hospital y desde allí, debido al estado ruinoso del Hospital ya en el S. XX, llevado a la Colegiata; por tanto su origen está ligado a la historia de la Colegiata y no a la del Hospital de San Andrés.
El personal al servicio del Hospital podría considerarse de carácter general o de carácter sanitario según la misión que desempeñaba. «Está constituida una comunidad de trece racioneros, seis dueñas, treinta y tres porcionistas, hombres y mujeres vergonzantes a quienes por mano de su rector y administrador socorre con copiosas limosnas de pan ... y maravedís según su instituto y ordenanzas, bastando crecidas porciones en los aniversarios, misas y funciones de la Iglesia y en los salarios de sacristán, portero, hospitalero que admite y cuida generalmente a todos los pobres pasajeros y peregrinos, médico, cirujano, boticario y camarera que asisten a los enfermos.»
En el caso del médico, cirujano y boticario ejercían sus respectivas profesiones en la villa de Belmonte estando ligados al citado Hospital por un contrato en el que se hacía referencia a sus honorarios y en caso del boticario al cobro de las recetas dispensadas.
Conocemos quienes sirvieron al Hospital en calidad de médicos, cirujanos y boticarios; el primer boticario del que tenemos noticias es D. DIEGO SANCHEZ DEL PRIOR (1622-1673) del cual hay datos biográficos de especial interés así como de sus sucesores hasta un total de ocho boticarios relacionados profesionalmente con el Hospital.
En lo relativo a LA ENFERMERÍA, principal dependencia del Hospital, y su funcionamiento; existían unas INSTRUCCIONES dirigidas a la misma para su gobierno particular, las copias consultadas están fechadas en 1758 pero sin duda son anteriores, se componen de DOCE CAPÍTULOS:
CAPITULO PRIMERO. SOBRE LA ADMISIÓN DE ENFERMOS.
Habían de ser admitidos con preferencia respecto a otras peticiones los que fueren: «hijos o hijas de criados de la casa de S. Excª. o vasallos de sus estados de Villena (...) y a falta de estos se admitirán y serán asistidos generalmente todos y cualesquiera pobres enfermos de cualquier parte que sean, dando preferencia entre estos a los que sean vecinos o naturales de los pueblos donde el Hospital tuviere rentas y de otros estados de sus Excmas; siendo supuesto y regla general para todos no admitir a los que vinieren enfermos de achaques o accidentes habituales, ni a los del morbo gálico, hécticos, tísicos, sarna, tiña ni otros contagiosos de que pueda resulltar infección a los demás enfermos y asistentes; y solo si a los de esta clase se les dará su guía y socorro de bagage hasta el pueblo más inmediato del itinerario que eligiera y la ración de aquel día para su alimento.»
CAPITULO SEGUNDO. SOBRE LAS CAMAS QUE DEBÍA HABER EN LAS SALAS.
Las Instrucciones ordenan mantener cuatro camas que ya existían, dos para hombres y dos para mujeres en dos salas separadas, prohibiendo mudar, de una a otra, ropas, vasijas u otra cosa estableciendo una total independencia entre hombres y mujeres aún en las mínimas cosas.
CAPITULO TERCERO. SOBRE LA ROPA DE CAMA Y SU LIMPIEZA.
La instrucción ordenaba mudar y lavar ordinariamente y de manera que siempre que se admita un nuevo enfermo se le han de poner cabeceras y sábanas limpias sin que a nadie se le pusieren sin lavar sábanas o cabeceras que otro enfermo haya tenido.
CAPITULO CUARTO. SOBRE LA ALIMENTACIÓN DE LOS ENFERMOS.
Disponemos de la crónica de una reunión que hubo en 1773 entre el Administrador, el médico y el cirujano para establecer las llamadas ración normal u ordinaria, ración extraordinaria y ración doble:
Si el Administrador lo aprobaba se podía dar una ración extraordinaria que consistía en huevos, un vaso de agua de limón u horchata.
CAPITULO QUINTO. SOBRE LA ASISTENCIA SANITARIA A LOS ENFERMOS.
En éste se da cuenta de que la asistencia sanitaria corre a cargo del Hospital así como los gastos de botica, siendo obligación del boticario darlas con la pureza y legalidad que debieran. El médico y el cirujano debían realizar dos visitas diarias a los enfermos independientemente de los avisos de urgencia.
CAPITULO SEXTO. SOBRE LA CONTABILIDAD.
Se llevaban tres libros de registro, uno de entradas y salidas de enfermos, otro sobre contabilidad de rentas destinadas a alimentos y limosnas y un tercero de contabilidad de raciones de enfermos y gastos extraordinarios.
CAPITULO SÉPTIMO. SOBRE LA CAMARERA.
Se ocupaba de pedir limosna para alimento de enfermos.
CAPITULO DÉCIMO. SOBRE LOS DEBERES CON LOS ENFERMOS.
CAPITULO UNDÉCIMO. SOBRE LAS OBLIGACIONES DE LOS ENFERMOS.
CAPITULO DUODÉCIMO.
Se ordena al Rector Administrador que no admita a enfermos desahuciados por no ser el ánimo de sus Excmas. que sirva el Hospital de sepulcro.
El Hospital se vio desbordado de enfermos durante la Guerra de La Independencia Española pues eran muchos los soldados heridos que acudían. Era tal la afluencia de enfermos que en 1808 hubo que trasladar a la ermita de San Antonio Abad (hoy conocida como S. Antón) a doce enfermos.
Durante el S. XIX son pocos los datos de que se dispone acerca del funcionamiento del Hospital, a juzgar por la actividad que desarrollaba a principios de dicho siglo, es casi seguro que continuase acogiendo a pobres y viandantes. Las últimas noticias nos las ofrece el último Administrador D. Rogelio Pozo.
Ya en el presente siglo los tres últimos Administradores fueron: D. Rogelio Pozo sobre 1905, D. Fabián Pozo sobre 1947, y D. Rogelio Pozo desde 1947 a 1979. Los dos primeros tuvieron como patrona a la Emperatriz Eugenia y el último al Duque de Alba y a su fallecimiento a la Duquesa de Alba.
Hasta el cese del último Administrador el Hospital seguía poseyendo bienes que empleaba en dar limosna, es entonces cuando el Hospital queda abandonado y sus tierras cedidas al Ayuntamiento que las daba en renta.
Mª Luisa González Sánchez
Es sin duda una gran aportación para el despegue turístico que creemos que está necesitando nuestro pueblo pues desde que esta página vio la luz ha tenido más de 250 consultas, alguna de ellas desde lugares tan lejanos como California.
Vaya desde esta Asociación nuestro agradecimiento al trabajo excelente de D. Jesús Aragón.
Pedro P. Jiménez
Basta con abrir los ojos en nuestro querido pueblo para comprobar la grandeza que un día le contempló. Basta igualmente con cerrarlos para imaginar por nuestras calles paseantes anónimos que hoy figuran en lugar privilegiado a lo largo de la historia universal. La evocación de tan brillante pasado resulta digno de orgullo para cualquier belmonteño, por el hecho de serlo, lo cual se me antoja legitimación algo escasa, si no somos capaces de seguir dignificando el presente, que un día será pasado, de nuestro Belmonte, de seguir escribiendo una historia de esplendor en el día a día de nuestra cotidiana realidad saliendo del conformismo que implica únicamente sostener piedra sobre piedra lo que otros nos dejaron. Es en esta situación de conformismo e inactividad que al día de hoy nos invade donde el lugar de nacimiento se convierte en mera anécdota. Ser de Belmonte supone algo más que haber nacido aquí.
Dos podrían ser las claves de esta situación:
De un lado la desidia institucional con la que nuestro pueblo ha sido duramente castigado en los últimos tiempos. Un proyecto cultural acorde con lo que Belmonte ha sido y es no dará votos. Y si los gobiernos local, provincial y regional no coinciden en sus siglas, la situación entonces se convierte en grotesca.
De otro, la habitualidad de habernos criado en tan magno escenario ha hecho que convirtamos en cotidiano y habitual lo que es único y excepcional, sin llegar a valorar realmente lo que por suerte ha llegado a nuestras manos.
Esta reflexión, que parte desde la amargura de constatar una realidad evidente, no pretende sino alentar el espíritu de cada uno de nosotros, belmonteños de cuna y de adopción, en favor de un objetivo común: BELMONTE.
Fernando Valdés Grande
Quiero apoyarme en la segunda edición de dicha publicación y centrarme en una de las familias de verdadero peso en nuestro desarrollo cultural e histórico, y lo hago especialmente motivado por su vinculación con la ciudad de Málaga; vinculación que yo tengo a bien compartir por motivos de destino profesional y laboral. Me estoy refiriendo a la familia de D. Diego de Hinestrosa e Iniesta, natural de Belmonte, Prior de su Colegiata a finales del siglo XV y principios del XVI y fundador de la capilla de S. Pedro y S. Pablo, además de dejarnos un legado importante de tipo histórico y artístico en dicha Colegiata (2).
La existencia de conexiones pasadas y presentes, en lo que a personas y obras se refiere, entre nuestra querida villa de Belmonte y la noble ciudad de Málaga y provincia es algo que, especialmente a mí, me llena de orgullo y satisfacción, pues la huella de la cultura es el mejor de los legados, de las señas de identidad, que los belmonteños "ausentes" (físicamente) podemos ir dejando fuera de nuestras tierras.
Retomando el tema iniciado, D. Diego García de Hinestrosa, sobrino del mencionado D. Diego de Hinestrosa e Iniesta, funda en Málaga el hospital de Santo Tomás Apóstol en el año 1505, situado frente a la catedral, dedicado a la curación de enfermos. Vemos ya aquí una clara conexión creativa y humanitaria con nuestro pueblo, ya que casi un siglo antes había sido fundado por D. Juan Fernández Pacheco el hospital belmonteño de S. Andrés, igualmente dedicado a la atención de mendigos, indigentes y pobres enfermos. La finalidad de ambos hospitales es la misma, por lo que no resulta descabellada la idea de que el propio D. Diego García de Hinestrosa se amparara en los estatutos de nuestro hospital para fundar el de Málaga, intentando con ello realizar una obra destinada a los mismos objetivos.
Se trata de una fecha y un periodo histórico muy importantes tanto para los malagueños como para los conquenses, ya que nos situamos en la Época del pontificado del segundo obispo de Málaga, tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos en 1.487 (3), la del prelado D. Diego Ramírez de Villaescusa de Haro, natural de nuestra vecina población conquense del mismo nombre, obispo de Málaga entre los años de 1.500 a 1.518, y cuya familia estaba emparentada con la de su antecesor en el cargo, D. Pedro Díez o Díaz de Toledo y Ovalle, quien fuera el primero de los obispos de Málaga, tras su restauración y conquista (4).
Vemos pues otra nueva coincidencia histórica (?), la cual nos lleva a la fecha de 1505, en pleno obispado malagueño de D. Diego Ramírez de Villaescusa de Haro. En ese año, concretamente el 5 de agosto, D. Diego García de Hinestrosa, quien con anterioridad había sido nombrado Primer Regidor de Málaga por los Reyes Católicos, dedica todas sus rentas, posesiones y alhajas para fundar el Hospital de Santo Tomás, cuyo fin es la curación de enfermos indigentes y pobres, a condición de que no sean admitidos los incurables, dotado con quince camas; mandando asimismo que se repartan muchas limosnas cada año a personas honradas, hombres y mujeres de esta ciudad (5).
Tal y como ya ha quedado dicho, el hospital de Santo Tomás de Málaga está situado frente a la catedral, por la fachada que contiene la Portada del Sagrario, la cual es labrada por el Obispo D. Diego Ramírez, si bien se finalizará durante el mandato de su sucesor en el cargo, por retorno de aquel al obispado de su diócesis de Cuenca.
Como vemos, la historia entrecruza sus caminos culturales y de personajes, uniendo dos localidades tan distanciadas en lo geográfico, social y demográfico, como son Belmonte y Málaga; pero, al parecer, tan próximas en lo cultural, existiendo, quizás, muchos más nexos de los que aparentemente podamos imaginar.
Juan Antonio Zarco Resa
REFERENCIAS:En comunidades agrícolas y ganaderas, la dependencia de los animales era máxima. La muerte de la mula o el gorrino podía suponer un significativo daño para una familia, cuando no el hambre o la ruina. La devoción a San Antonio Abad, patrón de los animales, cobró una relevancia que ha llegado hasta nuestros días. En torno a su festividad se organizaron celebraciones en consonancia a la devoción que movía. Sin embargo, los cambios de los tiempos, mueven también los intereses y prioridades de los hombres y, si antes la dependencia del animal fue vital, quizá, en los tiempos actuales, lo es de la máquina. No es pues de extrañar, que, en el humano corazón, haya bajado grados la devoción a San Antón y suba la de San Cristóbal. Si éste fue en el medievo apreciado como protector ante la peste, otra de sus virtualidades era la de serlo ante la posibilidad de muerte por accidente, lo que en nuestro siglo le ha hecho que el patronazgo que ejercía sobre viajeros, sea un valor en alza ante la proliferación del mundo automovilístico.
Vemos pues, como devociones, tradiciones y costumbres evolucionan con los tiempos, lo que nos mueve a efectuar una doble reflexión.
Ante tradiciones en baja, se nos ocurre plantear si estamos dejando constancia a futuras generaciones de lo que fueron ricas tradiciones. Sin lugar a dudas la celebración de la festividad de San Antón fue un gran acontecimiento religioso-cultural del que han caído en desuso numerosos signos que aún somos muchos los que recordamos: La riqueza en el engalanamiento de animales, sobre todo de mulas; el ritual de una procesión con animales que se completaba con una carrera por la ruta de las cruces, en las que se celebraba la fiesta del barrio con cuerva, dulces, danzas...; el gorrino de San Antón, interesante fenómeno de comportamiento colectivo en torno al cuidado y mantenimiento, por toda la comunidad, de un animal en libertad; el acontecer gastronómico: tortas de cañamones, bollos o caballos que, aunque se continúan haciendo, quien esto suscribe no ve en nuestros días aquellos caballos con anises, bolillas, lazos de masa... que componían una de la imágenes mas coloristas de sus días de infancia.
Y ante las nuevas fiestas nos atrevemos a plantear: ¿Estamos desarrollando nuestra propia identidad como pueblo o estamos realizando reproducciones de otras fiestas que nada tienen que ver con el sentir y las inquietudes que nos son propias? ¿Ampliamos nuestras tradiciones y costumbres como actos naturales de un sentir plural y participativo o somos víctimas de más fenómenos alienadores de nuestra sociedad de consumo?
Es un hecho que la sociedad avanza y evoluciona a un ritmo cada día más vertiginoso; con ella nuestras tradiciones y costumbres. Con estas palabras sólo pretendemos mover a la reflexión: Las futuras generaciones necesitan conocer sus orígenes. Dejémosles constancia de lo que fue un pasado original y lleno de riqueza. En el futuro las manifestaciones de nuestro folklore ¿responderán a nuestras necesidades y sentimientos o serán mimetismo de las de otros lugares -o fruto de espurios intereses comerciales- que nada aportarán a nuestra identidad colectiva?.
De San Antón a San Cristóbal se nos ofrece un planteamiento de cambio y renovación en nuestro folklore en cuya evolución "nos jugamos algo" como pueblo.
Enrique Campos Fernández
Pasaban por Belmonte unos arrieros camino de Murcia llevando trigo, y sus parientes le entregan junto con su hermano, para que sirvieran a éstos. En un mesón de Hellín hacen noche y conocen a un caballero de esta villa, D. Alonso Vela, quien al conocer la vida de los niños, decide quedarse con ellos.
Desde pequeña, cuentan las monjas de Hellín, pasaba grandes ratos en la iglesia haciendo el Vía Crucis. A los 25 años toma el hábito, su fama se extiende, y son numerosas las personas que van a pedir sus consejos y oraciones a Hellín.
Para los hellineros, su mayor prodigio fue el hecho milagroso de la Cruz de la Langosta.
Cuando la plaga de langosta arrasaba las cosechas, los vecinos acudieron a Sor María, quien les dio una cruz de madera que tenía en su celda para que la llevasen por los campos infectados por dicha plaga mientras ella estaba en oración. La plaga desapareció.
Los hellineros levantaron una ermita en el lugar y el paraje pasó a conocerse con el nombre del Cerro de la Cruz de la Langosta, en memoria de aquel milagro.
Murió en 1754, siendo enterrada en el coro bajo del Monasterio de Santa Clara, en Hellín.
D. Luis Andújar
Se asa la cebolla, el pimiento, el tomate y los ajos; se desmenuza el bacalao una vez desalado y lo ponemos a tostar en el horno. Cuando todo está asado lo limpiamos de piel lo ponemos en una olla de barro, mezclamos aceite, pimentón y un poco de agua caliente y se le añade junto con los jugos a la olla que pondremos a cocer unos cinco minutos; una vez hecho esto retiramos y añadimos el bacalao tostado por encima antes de que deje de cocer.
PICHONES A LA PASTORA Preparación: Limpios los pichones, se doran en cacerola con aceite de oliva y ajos. Se retiran los pichones y se agregan una cebolla grande, 200 grs. de jamón serrano en trocitos y una cucharada de perejil picado, se deja estofar y cocida la cebolla, se incorporan dos tomates rojos en cuartos y tres pimientos morrones, se colocan los pichones y se cubren con vino blanco y dos cucharadas de vinagre, se sazona de sal, pimienta, una cucharada de pimentón, una hoja de laurel y tomillo, se tapa la cacerola y se pone al horno.Se sirven cortados por la mitad, adornando con un huevo frito y picatoste.
(Receta para cuatro pichones)
HELADO DE ARROPE Ingredientes para ocho raciones:Batir las yemas con el azúcar. Añadir el arrope y sin parar de mover acercar al fuego, al baño maría, o en cazo de fondo grueso, hasta que espese.
Una vez frío se añade la calabaza cortada en trocitos y la nata montada batiendo despacio. Rellenar un molde y meter en el congelador unas 12 h. mínimo. Servir con hilos de caramelo, hechos con 200 grs. de azúcar, 8 cucharadas de agua y unas gotas de limón.
En el momento que se haga un caramelo claro se deja reposar tres minutos, y todavía líquido se mojan en él unos tenedores de madera que se mueven en forma de zig-zag formando hilillos.
Maxi.