El destino es caprichoso. Hace cincuenta años, en concreto el 1 de octubre de 1057, el matador de toros conquense, Manuel Jiménez "Chicuelo II", se retiró de los toros en una corrida celebrada en Belmonte, alternando con Antoñete y Carlos Corpas. De haberse mantenido lejos de los ruedos, la vida del torero nacido en Iniesta hubiera tenido quizá un rumbo muy distinto. Pero el gusanillo de los toros le hizo volver, tras pasar todo el año 1958 sin torear. El 1 de mayo de 1959 reapareció en Valencia, la plaza de su alternativa y de muchos de sus éxitos, y tras la gran campaña -incluido su resonante triunfo en Cuenca-, a la que puso fin en Belmonte y dos tardes en Zaragoza, Chicuelo II se marchó de nuevo a América, con su hermano Ricardo y el picador José Díaz, y allí encontraron la muerte, no ante un toro de los que tantos le cogieron, sino en un accidente de aviación ocurrido en Montego Bago (Jamaica). Cuenca y Albacete lloraron la muerte del torero conquense, adoptado en la capital albaceteña, donde tiene calle y monumento en bronce junto a la plaza de toros. Monumento que también se erigió en cuenca por suscripción popular de la Peña Taurina Conquense, obra de Marco Pérez.
Pero como decimos, la historia pudo cambiar. El 1 de octubre de 1957, Manuel Jiménez "Chicuelo II" se despedía de los ruedos en la plaza de Belmonte, localidad también querida, pues no en vano había adquirido la fina de "La Encomienda". Se han cumplido por tanto cincuenta años de aquella retirada que hoy recordamos con la crónica que publicó "Ofensiva", firmada por "Estoque Primero", seudónimo que utilizaba Aureliano Navarro.
Con el titular a toda página de "Chicuelo II se retiró ayer en la corrida de Belmonte", se iniciaba así la amplia reseña: "Con tiempo bastante frío, más de lo que conviene al ambiente que debe rodear la Fiesta Nacional, y con un cielo nuboso que presagiaba lluvia, se celebró ayer en Belmonte la anunciada corrida de toros, a la que hubo escasa asistencia, debido un poco a lo elevado de los precios y un mucho a que, el público de los pueblos circundantes que suelen acudir año tras año a las corridas que se montan en la localidad, ante el feo aspecto que presentaba el día -solamente lució el sol contados minutos durante la caída de la tarde- prefirió quedarse en casa por suponer que el festejo habría de suspenderse".
Comentaba el cronista que entre el público había un nutrido grupo de aficionados desplazados desde Cuenca, y que el respetable congregado en la plaza había tenido noticia de la buena presentación de los toros de Joaquín Buendía (antes Santa Coloma). El ganado cumplió en líneas generales.
Con Antoñete y Corpas
Alternaron con Chicuelo II un jovencísimo Antonio Chenel "Antoñete", que estuvo tan frío como la tarde, que vio silenciada su primera faena y escuchó una bronca en el cuarto. Carlos Corpas, que brindó el sexto a Chicuelo II, estuvo en triunfador cortando cuatro orejas, dos rabos y una pata.
Sobre la actuación de Manuel Jiménez, "Estoque Primero" escribió: "Había expectación de las grandes por ver a Chicuelo II, y si en efecto era cierto lo de su retirada, pues la verdad es que nadie acababa de creérselo. Ya de salida pudo observarse que la cara del de Iniesta, estaba más seria que de ordinario, con un cierto gesto de tristeza que el público no quiso ver. Y salió su primer toro, un cárdeno, largo, bravo, bien armado, al que recibió Chicuelo con cinco verónicas, echándole genio a la cosa y aprovechando la velocidad del astado. Este toma una vara con mucha codicia que le quita bastante gas y con otros dos puyazos sin apretar, queda suave para la muleta. Después de sólo un par de banderillas, le instrumenta Chicuelo dos ayudados por bajo muy suaves y eficaces, terminando con un adorno que se aplauden".
La pluma de "Estoque Primero" relata la faena minuciosamente: "Sigue con cuatro en redondo y uno de pecho, haciendo sonar las palmas y la música y al son de ésta le da un pase en redondo suave, justo, apretado, terminando con la izquierda el obligado de pecho y en los que da toda la ventaja al toro. Cinco giraldillas con la planta erguida y sin moverse, arrancan una ovación del respetable y vuelve a escuchar las palmas al ejecutar cuatro de costadillo en cadena y rematar con un adorno. Busca la igualada, y cuando lo consigue, señala un pinchazo en lo duro, sin soltar, otro igual y por fin consigue una estocada, ligeramente tendida, de la que el bicho se acuesta, rematando el cachetero. (Ovación, dos orejas y rabo, con vuelta a la redonda)".
Brindis a la cuadrilla
En el quinto, el torero de Iniesta salió de nuevo a por todas: "Con haber conseguido mucho lucimiento en el anterior, no debió satisfacer del todo su labor a Chicuelo, por lo que a su segundo, quinto de la tarde, negro como los de la familia, gordo y alto de cuernos, lo recibió con dos lances a la verónica de decisión, llevándose el toro enganchado el capote en el tercero, cortando la serie. Con una buena vara durmiéndose el morito en la suerte, un refilonazo y un par de banderillas, se cambia el tercio. El maestro, con los trastos de matar en la mano, llamó a sus peones y picadores, y ya en los medios, les brindó a ellos, a los que compartieron con él tantas penas y alegrías -más de éstas que de las primeras-, tantos momentos de peligro, SU ÚLTIMA FAENA. Momento de gran emoción, transmitida al público por la que se refleja en la cara de Chicuelo II y sus subalternos".
Son momentos de emoción en la plaza, con Chicuelo II muy metido entre los pitones, toreando por la izquierda, con cambio a la derecha al son de la música: "Otros tres redondos, apretadísimos, derrochando valor y terminando con el obligado de pecho. Cuatro naturales de perfecta ejecución y extrema apretura, tres de costadillo y cuatro giraldillas en cadena, todo ello en terreno inverosímil, puso fin a su última gran faena, coronada con un pinchazo en lo duro sin soltar y una gran estocada en la misma cruz que hizo doblar al animal. (Ovación de delirio, dos orejas, rabo y pata son los últimos trofeos que se conceden a Chicuelo II, teniendo que dar dos vueltas al ruedo entre el entusiasmo del público).
Epílogo sin alharacas
Tras la amplia crónica terminaba el cronista con un epílogo breve pero conciso: "Se ha marchado de nuestra gran Fiesta Nacional Manuel Jiménez "Chicuelo II", nuestro paisano, el hombre que asombró a cuantos públicos tuvieron la fortuna de verle por su valor y por el pundonor que fue siempre su lema. Se ha ido de los toros con la sencillez con que suelen conducirse los conquenses en los actos más trascendentales. Podríamos hacer una brillante glosa de sus grandes cualidades de lidiador. Pero ¿para qué? También somos conquenses y nos parece mejor así".
En 1958 Chicuelo II no toreó y Cuenca no tuvo feria taurina por otras circunstancias. Así se escribe la historia. Pero la de Chicuelo II pudo ser otra.
Reapareció en Valencia el 1 de mayo de 1959
Gran tarde en Cuenca el 5 de septiembre
Entre las corridas que Chicuelo II toreó en 1959 destacan las tres de Valencia y dos en Albacete (13 y 14 de septiembre, con cuatro orejas), pero de manera especial el último paseíllo en Cuenca junto a Antonio Ordóñez y Pepe Cáceres, la tarde del 5 de septiembre. Eduardo Bort escribió que "ayer en la plaza de toros de Cuenca la "revolución" la armó Chicuelo II", que cortó cuatro orejas y rabo, mientras que Antonio Ordóñez era aplaudido por su buen hacer y Pepe Cáceres silenciado en tarde poco afortunado. En el final de la crónica Bort escribe: "Buen éxito que servirá en Cuenca de comentario para mucho tiempo. Hasta que vuelva, porque todos queremos que vuelva".
En Belmonte volvió a torear el 30 de septiembre de 1959 para darle la alternativa al colombiano Carlos Ramírez, con José Gómez Cabañero como testigo. Tanto Chicuelo II como el albaceteño Cabañero salieron a hombros tras cortar cuatro orejas, dos rabos y una pata, respectivamente. El toricantano, silenciado. Chicuelo II despidió la campaña en Zaragoza.
(El Día de Cuenca, 04 de octubre de 2007)